Los socorristas -trece extranjeros y cinco miembros de la Marina tailandesa- recorrieron unos cuatro kilómetros de lúgubres pasadizos con inundaciones parciales y desniveles hasta llegar hasta el lugar donde está el grupo. Los chicos, muchos de los cuales antes del rescate no sabían nadar, recibieron dentro de la gruta un curso intensivo sobre el manejo de los equipos de inmersión.

Durante la misión se utilizaron máscaras especiales que cubren toda la cara y permiten respirar, además de comunicarse con los equipos de salvamento. Cada uno de los menores fue acompañado de dos buceadores. El que iba delante remolcaba al menor. Este primer submarinista llevaba su bombona de aire y la del menor, conectada al respirador. Detrás del chico iba otro buceador, alumbrando el agua con un potente foco, ya que la visibilidad es nula.

Las precipitaciones eran una de las principales preocupaciones de las autoridades, debido a que el agua filtrada por el monte puede volver a inundar las galerías y anular el drenaje efectuado desde que fueron hallados con vida los doce escolares y su tutor. Desde que comenzó la operación de rescate se han drenado millones de litros de agua del interior de la cueva, lo que ha permitido que el nivel inundado se redujese en algunos puntos. Pero se trata de una cueva inmensa.

"Unidos, vamos a llevarles a casa", publicaron ayer en un mensaje en la red social Facebook los cuerpos de elite tailandeses. El rescate mantiene en vilo a la sociedad tailandesa y también al mundo desde hace varias semanas.

Los milagros existen

"El mundo necesita saber que los milagros existen", indicó Mario Sepúlveda, uno de los 33 mineros chilenos que estuvo atrapado en el fondo de una mina en 2010, durante 69 días, y cuyo rescate fue toda una proeza del calibre de los atrapados en la cueva tailandesa. Los doce menores del equipo Jabalíes Salvajes, con su entrenador, se internaron en las galerías el 23 de junio tras un entrenamiento. Una súbita tormenta comenzó a inundar la cueva y les cortó la salida. El hallazgo del grupo se produjo tras nueve días de intensa búsqueda en la que participaron más de 1.300 personas.

Los menores y el adulto encerrados pudieron recuperar parcialmente las fuerzas, puesto que llevaban todo ese tiempo sin ingerir alimento alguno, y también fueron asistidos por médicos y psicólogos. Los chicos recibieron cartas de sus padres y pudieron escribirles. Hoy continúa la incertidumbre.