La familia Fraiz-Arca relataba consternada ayer cómo los precedentes que venían denunciando habían llegado al único puerto posible: una desgracia. Al abrigo de la lluvia permanecía sentada en la cocina la nieta de la víctima, Ana Arca a la espera de noticias desde el hospital. Mientras, su padre, José Manuel Fraiz, paseaba intranquilo por fuera. Ambos habían alertado a las autoridades de la peligrosidad de los perros y la desatención de su dueño. Sin embargo, confiesan sentir más miedo por su vecino que por los animales, pues tan solo han pasado unos meses desde que el dueño de los canes, cuya casa es casi limítrofe a la de la familia afectada, golpeó a José Manuel Fraiz en la cabeza. "Sabe que me diagnosticaron epilepsia y por eso se cree con el derecho de hacerme daño", relata.

A raíz de este episodio y otros previos la relación con sus otros vecinos se hizo más fuerte. En nombre de todos, la familia denuncia la pasividad de las autoridades, las denuncias que se vienen acumulando en los juzgados y, sobre todo, el grado de libertad de unos perros cuyo propietario caminan a sus anchas y no hace sino atemorizarlos. "Esos perros mataron a muchos de nuestros animales pero parece que tiene que pasar algo tan grave como esto para que alguien haga algo", señala Arca.