La Fiscalía se ha ratificado en la petición de prisión permanente revisable para el acusado de haber matado a su hijo en la localidad coruñesa de Oza-Cesuras con una pala metálica en mayo de 2017, en tanto que la defensa pide la libre absolución. Las acusaciones, tanto la particular como la popular que ejercen la Xunta y la Asociación Clara Campoamor, han modificado la petición del delito de lesiones psíquicas con la agravante de género.

El juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de A Coruña se reanudará este miércoles con la exposición de las conclusiones de las partes.

El Ministerio Público considera que los hechos son constitutivos de un delito de asesinato en concurso con un delito de lesiones psíquicas y que concurren las circunstancias agravantes de parentesco por lo que entiende que procede imponer al acusado la pena de prisión permanente revisable.

También solicita la prohibición de aproximarse a menos de 500 metros de su exmujer y comunicarse con ella por cualquier medio durante cinco años más que la duración efectiva de la pena de prisión permanente revisable.

Además, considera que el acusado deberá indemnizar a su expareja con 125.000 euros por el fallecimiento de su hijo y 42.500 euros por las lesiones psíquicas causadas a la misma y al Servicio Público de Salud en los gastos ocasionados por la asistencia prestada a la madre del menor.

Por su parte, la defensa pide la libre absolución de Marcos M.

por cuestiones técnicas, subsidiariamente, solicita la eximente completa al entender que el acusado se encontraba en un estado de anulación de la voluntad y, también subsidiaria a esta, la eximente incompleta al considerar que, como mínimo, su voluntad estaba atenuada.

Antes del avance de las conclusiones, se practicaron las últimas pruebas del juicio, entre ellas la declaración de dos peritos que elaboraron en octubre de 2017 el informe médico forense en el que se dejó constancia de la inexistencia de sustancias que disminuyeran las capacidades del menor.

Tampoco se detectaron lesiones de defensa u ofensa del niño para contrarrestar el ataque.

Además, situaron la hora de la muerte en las dos de la tarde del 7 de mayo de 2017, Día de la Madre, y concluyeron que la causa fue un traumatismo craneoencefálico severo.

Aunque el instituto de toxicología les trasladó que no era posible deducir la naturaleza del objeto que produjo los golpes, precisaron que las heridas contusas y fracturas lineales del cadáver podrían habérsele proferido con la pala metálica que se les exhibió en la sala y que no habían visto hasta entones.

A preguntas de la defensa, admitieron que no es descartable que alguno de los golpes del cuerpo del menor se produjese por el impacto contra el suelo y que las lesiones directas que presentaba en la boca responden a un ataque frontal.

También confirmaron que el análisis del cabello del progenitor reveló un consumo crónico de alcohol etílico en los seis meses anteriores al suceso y restos de clorazepato, un ansiolítico.

Los facultativos del Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia) que reconocieron a la madre del menor con dos entrevistas y pruebas psicométricas, un psicólogo, una trabajadora social y una médico forense, observaron elementos de maltrato tanto durante la relación de pareja como tras la ruptura.

También percibieron en la madre miedo y resquemor a salir a la calle tras haber recibido amenazas hacia su integridad física y un sentimiento de culpabilidad porque cree que "tenía que haber visto que su hijo iba a ser asesinado".

Por ello la consideraron una víctima de violencia de género y, en la misma línea, la psicóloga adscrita al programa de atención a las víctimas de violencia de género que trata a la madre del menor desde agosto de 2017, indicó que tenía la "autoestima muy, muy baja" y ocultaba información por "miedo a que los demás se puedan sentir mal", que son síntomas de maltrato.

"Es como si no se permitiese poder entender que aquello que ella vivía era una situación de maltrato. Responde a un perfil de mujer maltratada", advirtió.

Ella sigue sintiendo que "en cualquier momento él la puede matar" y aseguró que es "difícil" que eso desaparezca con el tiempo. Apuntó en este sentido que presenta un "sentimiento de culpa extremo" por lo sucedido porque ella "se siente culpable" de la muerte del menor, así como "pánico y miedo" por vivir en una "alerta constante las 24 horas del día", un miedo que ya era "anterior" a la muerte del menor.