La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra ha condenado a nueve años y dos meses de cárcel a un acusado de agredir sexualmente y golpear a su pareja en el domicilio de Vigo que compartían, porque creía que le había sido infiel con su jefe. El tribunal considera que el testimonio de la víctima es "claro y coherente" y, por tanto, "creíble". La sala impone a Oswaldo O. G. seis años y ocho meses de prisión por el delito de agresión sexual, así como otros cinco años más de libertad vigilada. Por el delito de lesiones, impone dos años más y, por el de maltrato, seis meses. También se dicta una orden de alejamiento de la víctima a la que no podrá aproximarse a menos de 300 metros, ni comunicarse con ella durante 16 años y medio.

En agosto de 2016, según consta en la sentencia, el acusado se presentó en la puerta del trabajo de su pareja, situado en Pontevedra, y discutió con ella porque se iba a comer con sus compañeros de trabajo. Ese día por la noche, en el domicilio que ambos compartían, volvió a acusarla de mantener relaciones con su jefe "o con otra persona", la golpeó y la agredió sexualmente.

El tribunal ha tenido en cuenta la agravante de género. Así, las juezas de la Sección Cuarta argumentan que el "marco" en el que se produjeron los ataques contra la libertad sexual de la víctima es el derivado "de una situación de maltrato". La sala destaca que resulta "evidente" que el acusado utilizó la pretensión de mantener relaciones sexuales "desde la relación de poder respecto de la perjudicada".

La Audiencia de Pontevedra también aplica a Oswaldo O.G. la atenuante de cometer los hechos bajo la influencia del alcohol, lo que provocó que tuviese "levemente" mermadas sus facultades. Se le condena también a abonar las tres cuartas partes de las costas procesales, incluidas las de la acusación particular, además de tener que indemnizar 770,16 euros al Servizo Galego de Saúde, por la atención a la víctima tras sufrir la agresión.

El acusado acudió al lugar de trabajo de la mujer en Pontevedra y cuando observó que ella iba a salir a comer con compañeros de la empresa, discutió con ella, propinándole golpes, reprochándole que fuera a comer con el jefe. Se marchó después llevándose el teléfono de ella. Cuando la mujer se dirigió a la vivienda que compartía con el acusado se encontró las maletas de éste hechas. Cuando Oswaldo regresó a la casa, inició otra discusión con la pretensión de que ella reconociera que había sido infiel con su jefe y, pese a que lo negaba, la obligó a llamar al jefe y luego le envió mensajes haciéndose pasar por ella.

Como no le convenció lo que escuchó, se fue y cuando volvió por la noche comenzaron los golpes y las agresiones sexuales. La obligó a mantener relaciones sexuales y aunque ella se negó la arrastró a la cama. Amenazó con matarla, y ella decidió mentir y decir que tenía relaciones con su jefe para ver si se calmaba. Ambos, según el relato de los hechos probados en la sentencia, fueron a la comisaría a instancias de él para interponer una denuncia contra el jefe de la víctima por abusos. Una vez en comisaría, los agentes detectaron algo extraño en sus relato y separaron a la pareja, momento en el que ella negó los abusos de su jefe, relató lo ocurrido aquella noche y denunció a su pareja. En ese momento fue detenido.