"Manolo vivía solo desde que su mujer se trasladó a casa de una hija para que la cuidara. Iba a Vigo a verlas. Era un hombre agradable que no hacía ostentación de dinero. Se hacía de comer y todo. Me llamaba a O Químico, porque hablábamos de química", explica un vecino nonagenario de la víctima. Otros, sin embargo, indican que el fallecido era una persona "complicada", pero coinciden en que nunca utilizaba billetes grandes ni exhibía sumas importantes de dinero.

La mayor afición de la víctima era su casa de A Cañiza. "Me mostraba las fotos de su finca y quería construir allí una segunda casa. Me proponía que yo le hiciera los planos y él la construiría", explica Alberto Moledo.