"No me acuerdo de haber disparado; tengo recuerdos vagos de aquella noche". José Luis Luna Pereira, el violento delincuente vigués de 46 años acusado de asesinar de un disparo "a cañón tocante" en el pecho al joven Daniel Beltrán en la playa de Arealonga de Chapela (Redondela) la noche de San Juan de 2017, se refirió así a los hechos que lo sientan desde ayer en el banquillo de la Audiencia de Vigo y por los que la Fiscalía pide que sea condenado a 42 años de cárcel. El encausado, con un amplio historial delictivo a sus espaldas forjado desde su juventud, mató supuestamente a la víctima con un potente revólver marca Astra „después de que el chico le llamase la atención por orinar en una zona del arenal donde había gente„, intentó hacer lo mismo con otro joven pero falló y puso en peligro la vida de los dos policías nacionales que, con apoyo de otros agentes, lograron detenerlo. "El disparo fue a matar sí o sí, lo hizo vilmente, a traición, de forma cobarde y con malicia", resumió el fiscal sobre el proceder del presunto agresor aquella madrugada.

El juicio, con jurado popular y que tuvo entre el público a un grupo de alumnos del IES de O Castro, durará toda la semana. Luna Pereira, encarcelado desde el crimen, solo contestó a su abogada, que pide la libre absolución al argumentar que su cliente "no era consciente de lo que hacía". La estrategia de la defensa se centra en alegar que está exento de responsabilidad criminal por concurrir la eximente de alteración psíquica „por trastorno disocial de la personalidad„ y por estar bajo los efectos de una "intoxicación plena" por consumo de alcohol y del síndrome de abstinencia por su adicción a la heroína.

El acusado, durante el interrogatorio, afirmó que empezó a consumir heroína "con 12 años" y que, hasta que fue el crimen, había intentado "cuatro o cinco tratamientos de deshabituación", pero que siempre recayó. A la fecha de los hechos seguía uno en Cedro, dijo, pero no tomaba la metadona: "No me gustaba". También contó que fue tratado en una unidad de Psiquiatría del Sergas "por depresión". "Por la impulsividad que decían que tenía", concretó, agregando que en esa época estaba a tratamiento "con antidepresivos y ansiolíticos".

Sobre el día de los hechos, el 24 de junio de 2017, declaró que aquella tarde estuvo de bares por Teis, su barrio, y que "bebió bastante". También recuerda haber tomado "bastantes pastillas" de Lorazepam. "Volví a casa y decidí ir a tomar la última copa a Chapela; llegué allí sobre las 00.30 horas", describió. A donde se dirigió Luna Pereira fue a la playa de Arealonga, a las hogueras de San Juan. "Tomé gin-tonics, cervezas...; en un momento dado le dije a un amigo que me llevase a casa, que me encontraba mal -el testigo al que se refiere lo niega-", contó. Pero en relación con los hechos objeto de juicio aseguró no recordar nada. Dijo que no se acordaba de haber disparado ni del momento del arresto. "El primer recuerdo lo tengo en comisaría; me dijeron porque estaba allí y me volví loco; me agredí a mi mismo", aseguró. Acabó su declaración relatando que en la actualidad lo tratan con metadona en prisión: "Ahora sí la tomo".

De forma previa a este interrogatorio, las partes resumieron a los jurados sus posturas. El fiscal acusó al presunto agresor de salir esa noche con su revólver ya con la intención de matar "a alguien", agregando que asesinó a Dani Beltrán "plenamente consciente" y "de forma imprevista" apoyando el arma en el pecho de la víctima, que "no pudo defenderse". "Esa bala podía atravesar un chaleco antibalas policial", ejemplificó sobre su potencia. Los análisis de drogas, dijo, dieron negativo.

El abogado de la familia de la víctima, que pide 28 años de cárcel y 326.000 euros de indemnización, incidió también en la "munición brutal" del revólver, con el que disparó directo al "corazón" de la víctima. "Dani tenía 25 años, trabajaba desde los 16 en la descarga; era una persona con una vida dedicada al trabajo, mientras que el acusado tuvo una vida dedicada al delito; era un pistolero que se comportó como tal", resumió el letrado.

La defensa hizo hincapié en las eximentes y en que su cliente tenía anuladas sus capacidades volitivas. Sostuvo que mantuvo una discusión previa con el fallecido y negó que hubiese intención de matar.