La Guardia Civil desmanteló en las Chafarinas una guardería marítima de la droga, en un santuario en el que los piratas del narco se creían a salvo. Lejos de eso, los agentes dieron con él en una operación que ha dejado bajo mínimos la logística de los narcotraficantes del Estrecho.

Fue en la operación Karsana (pirata en árabe), ejecutada por la Guardia Civil en un difícil operativo planificado al detalle, con la intervención de 150 agentes de varias unidades del cuerpo y que se saldó con la detención de seis personas, todas ellas de origen marroquí y para quien el juez ya ordenó el ingreso en prisión.

Desde el buque de altura Río Segura del instituto armado, hasta aviones de ala fija, helicópteros y diferentes embarcaciones intervinieron en la operación donde, según fuentes de la Guardia Civil, se primó la seguridad de los agentes y de los malos por encima de la eficacia.

Porque los diseñadores del operativo (la Comandancia de la Guardia Civil en Melilla y los organismos de coordinación contra el narcotráfico tenían claro que la ejecución no debía causar muertes. Tres islas conforman las Chafarinas, ubicadas a unas 27 millas náuticas de Melilla: la Rey Francisco, Isabel II y Congreso. Donde llegaron a habitar 3.000 personas, hoy solo existe en la segunda de ellas un destacamento militar. Precisamente, el Estado Mayor de la Defensa ha colaborado en la operación.

Hace meses que la Guardia Civil venía observando la presencia en las islas de embarcaciones. A apenas 50 metros de distancia a tierra, una de ellas quedaba anclaba y desde esta se unían en cadena unas a otras con cables, formando una plataforma que resultó ser lo que los investigadores llaman una guardería marítima.

Su número iba variando, desde las once narcolanchas que se llegaron a avistar hasta las cuatro que fueron intervenidas en la operación, todas ellas neumáticas, semirrígidas de diferentes esloras y motores. Una de ellas huyó, pero se enganchó en una piedra y quedó inutilizada.

La presión policial, que se ha intensificado en el último año, ha obligado a los narcos a cambiar sus hábitos. Hasta el verano pasado, botaban por la noche las narcolanchas en San Roque o en La Línea de la Concepción (en Cádiz) y navegaban hasta Marruecos para cargar el hachís y volver a continuación.

Pero desde hace unos meses las Chafarinas se han ido convirtiendo en la guarida de los narcos. En la plataforma que habían formado con las narcolanchas vivían los detenidos, tanto en verano como en invierno, con tiendas de campaña, incluso, y comida suficiente. La tripulación cambiaba cada cierto tiempo dadas las duras condiciones en las que vivían. Su cometido era llevar la droga desde Marruecos hasta un punto seguro en alta mar para descargarlo en buques.