El arresto de Ovidio Guzmán, hijo del narcotraficante Joaquín el Chapo Guzmán, desató tal caos y violencia en la ciudad mexicana de Culiacán (Sinaloa) que las autoridades se vieron obligadas a liberarlo horas después, con el fin de aplacar a sus sicarios. La detención se produjo en la tarde del martes. Una patrulla de 30 miembros de la Guardia Nacional y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) tuvo en sus manos a Ovidio en una vivienda de un fraccionamiento de Culiacán, en el Estado mexicano de Sinaloa.

Entonces, varios grupos de la delincuencia rodearon la vivienda con una fuerza mayor a la de la patrulla, mientras que otros grupos causaban acciones violentas contra los ciudadanos, lo que generó "una situación de pánico" en Culiacán.

El titular de la Seguridad Nacional sentenció que "con el propósito de salvaguardar el bien superior de la integridad y tranquilidad de la sociedad culiacanense, los funcionarios del Gabinete de Seguridad acordamos suspender dichas acciones".

El propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo ayer que la puesta en libertad fue para evitar poner en peligro "las vidas de las personas". "No puede valer más la captura de un delincuente que las vidas de las personas", dijo el mandatario, quien añadió que había respaldado la decisión.

El suceso ha reflejado el enorme control que tiene el cártel de Sinaloa sobre Culiacán, que se consideraba relativamente pacificado en los últimos meses.