Un jubilado de 69 años mató ayer a su yerno en la localidad asturiana de Mieres tras acribillarlo a cuchilladas y luego degollarlo. Luis Salazar estaba a las siete de la madrugada en su domicilio cuando irrumpió en la casa el padre de su expareja. Éste, según reconoció él mismo ante la Policía Nacional tras entregarse voluntariamente, atacó con un cuchillo de grandes dimensiones al padre de su nieto. Y es que tras este atroz desenlace late una enconada disputa familiar con un bebé de 17 meses como principal fuente de fricciones. Las disensiones familiares acabaron hace unos meses con el matrimonio, para devenir finalmente en un drama lleno de inquina y odio.

J. A. F. R. se entregó ayer sobre las ocho y cuarto de la mañana en la comisaría de Mieres. Llegó a las dependencias policiales muy alterado y lleno de manchas de sangre, visibles tanto en las manos como en el ropa. Inicialmente divagó apuntando que creía haber matado a un hombre. Luego asumió que había "pinchado" a su yerno "en la barriga". Varios agentes se desplazaron a la calle Numa Guilhou, donde en uno de los pisos encontraron el cuerpo de Luis Salazar. Estaba tirado en la cocina, en medio de un gran charco de sangre. Había sido cosido literalmente a cuchilladas y estaba también degollado. No tenía pulso. La hora de la muerte se estableció alrededor de la siete y media de la madrugada.

A las diez de la mañana la Policía Nacional ya había detenido y leído sus derechos a J. A. F. R., un camionero jubilado que los vecinos de la comunidad definen como un tanto "extraño y poco sociable". Confesó el crimen, pero según la información a la que ha tenido acceso este diario, su declaración está plagada de lagunas e inconsistencias. Para empezar, no ha sabido explicar a la Policía Nacional el paradero del arma homicida, todo indica, un cuchillo de grandes dimensiones muy afilado, del estilo de los que utilizan los cazadores.

Equipos policiales especializados llegados desde Avilés estuvieron durante el día de ayer buscando por todo Mieres el puñal, sin éxito. El agresor confeso tampoco fue muy preciso a la hora de justificar su presencia en la casa a hora tan temprana, limitándose a afirmar que había quedado con su yerno para dialogar. Este diario pudo hablar con no menos de media docena de vecinos. Ninguno escuchó ni sintió nada extraño, salvo uno de los residentes en el tercer piso. "Oí un poco de barullo, como si alguien moviese un mueble, pero no le di más importancia", dijo.

El piso donde ocurrió todo es la vivienda en la que se instalaron Luis Salazar y M. F. C., hija del agresor, tras contraer matrimonio en julio de 2017. La pareja tuvo hace 17 meses un hijo, momento a partir del cual, según todas las versiones, empezaron los desencuentros. El entorno de la madre afirma que el fallecido sentía celos del pequeño y la familia paterna, por contra, asegura que la madre se obsesionó "enfermizamente" con el cuidado del bebé hasta el punto que el matrimonio se rompió.

Recientemente, la pareja se separó. Ella se fue a vivir con sus padres a otra vivienda y Luis Salazar, natural de Benavente (Zamora), se instaló con una de sus hermanas en Oviedo. Hace unos días volvió a establecerse, solo, en la vivienda familiar. Según sus allegados, había logrado una orden judicial que le permitía ver a su hijo y este fin de semana, precisamente, estaba previsto que quedara por primera vez bajo su cuidado.