Tras años de lucha y compromiso feminista, la escritora Najat El Hachmi (Beni Sidel, Marruecos, 1979) lanza un grito de alerta en su nuevo ensayo 'Siempre han hablado por nosotras' (Destino), "contra los nuevos velos mentales" que intentan separar no sólo a las mujeres musulmanas del resto de mujeres, sino también a todos los inmigrantes musulmanes de la comunidad donde viven.

Los atentados ocurridos las ramblas de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017 fueron el detonante que le hizo desarrollar este alegato literario en el que habla de los peligros de la religión, el fundamentalismo, el machismo o el racismo. "Para mí personalmente no fue compatible ser feminista y ser musulmana porque, después de analizar esta religión, se me hacía imposible seguir siendo musulmana porque todo eso era un corpus lleno de discriminación hacia la mujer y yo no podía hacer como si no hubiera leído nada", advierte."Para mí no fue compatible ser feminista y ser musulmana"

-¿Este libro es una forma de alzar tu voz contra la islamofobia que se ha ido extendiendo?

-Sí, es un grito para que ese racismo contra lo musulmán no sacrifique a las mujeres y que esa lucha contra el racismo no suponga renunciar a nuestros derechos como mujeres, porque ante la discriminación directa optamos por atrincherarnos en esa supuesta identidad de origen en la que lo que defendemos muchas veces es esa discriminación de la mujer como algo característico e identitario.

-¿Cómo podemos combatir ese doble estigma que sufre la mujer musulmana, dentro de su propia religión y otra por ser inmigrante?

-Sí, incide una acumulación de estructuras de discriminación. Muchas veces se instrumentalizan nuestros discursos y nuestras quejas ante el machismo para justificar el racismo, pero no se nos ofrece ninguna solución ni ayuda, sino simplemente se usa esa realidad en favor de sus proclamas racistas. En primer lugar, el patriarcado; en segundo lugar, el racismo; y también hay otro fenómeno más reciente, que es esa necesidad de dar un discurso correcto para que no parezca que estemos estigmatizando a la población musulmana. A veces, desde ciertos sectores de la izquierda, se nos insta a callar a las mujeres musulmanas, con una actitud un poco paternalista, como si ellos supieran lo que nos conviene. Yo me niego a aceptar ninguna de las tres. No nos van a silenciar.

-¿Son cada vez más las voces críticas?

-Sí, lo bueno es que están surgiendo cada vez más voces. Cuando yo era jovencita tenía la sensación de estar completamente sola en el mundo ante una realidad que no es justa. Por suerte, he tenido el apoyo y el ejemplo de toda una generación de mujeres de Vic, donde yo crecí, que ya habían pasado por este combate en los años 70 y 80. Y esa experiencia es muy útil. Si no hubiese tenido conocimientos de lo que ha hecho el feminismo, me hubiera sido mucho más difícil hacer todos esos cambios que hice en un momento dado en mi propia vida.

-Eres muy crítica con el uso del 'hiyab', ¿cuestionas su origen?

-Sí. Su origen no es tal. Yo recuerdo que en los años ochenta, en la zona del Rif, al norte de Marruecos, de donde yo provengo, nuestras madres iban tapadas, pero con una pañoleta mucho más relajada. Fue a partir de los años ochenta, cuando empezamos a ver chicas que usaban el 'kiyab', una forma mucho más rigurosa de llevar el pañuelo que además se acompañaba de más prácticas religiosas. Es que el 'hiyab' es un invento de los fundamentalistas y yo no uso siquiera esa palabra porque no quiero comprarles a los fundamentalistas ni los términos.

Muchas chicas no lo saben, pero es algo que los fundamentalistas se inventaron cuando no pudieron frenar el avance de las mujeres en el ámbito público ni de la moral. Ahí empezaron a pedirles que se cubrieran de esa forma, porque no es algo que formase parte de nuestras costumbres ni tradiciones.

-Sin embargo, el 'hiyab' está de moda entre las jóvenes y se ha convertido en una seña de identidad incluso. ¿Qué papel juegan las 'hijabistes' de Instagram en la defensa del velo?

-Sí, estas influencers, que usan el pañuelo y lucen 'modest fashion' o moda recatada, tienen muchos seguidores y hacen compatible las dos cosas: ir a la moda y a la vez cumplir con los requerimientos de recato.

-¿Crees que se trata de un mensaje peligroso?

-Sí, las imposiciones fundamentalistas se propagan a través de ellas porque hacen atractivo algo que es tan opresivo y tan patriarcal y que tiene esa carga tan evidentemente machista hace que sea más difícil poder luchar contra eso. Se hace estéticamente atractivo al ser llevado por chicas guapas y automáticamente deja en segundo plano que eso que lleven sea radicalmente machista. Y el significado del pañuelo no lo cambia una persona a pesar de que quiera resignificarlo o darle otro contenido."Hacen atractivo algo que es tan opresivo y tan patriarcal y que tiene esa carga tan evidentemente machista"

-¿Crees que la lucha feminista debiera ser algo global, que incluya y no excluya?

-Mi mayor preocupación no es el feminismo, es el machismo, porque me da la sensación de que últimamente nos distraemos demasiado en decir quién es la auténtica feminista y quién la falsa feminista. Y a mí esos debates me parecen secundarios porque lo que no estamos haciendo es señalar y combatir el machismo, cuando la principal preocupación del feminismo tiene que ser ésa.

-¿Cómo debemos señalar el machismo?

-Hablar a los hombres musulmanes de igualdad, ponerles en duda sus normas, sus valores y su moralidad y cuestionarles todo lo que defienden. Hay que decirles que esto se acabó y que no vamos a conformarnos con ser menos personas que ellos por el simple hecho de ser mujeres. Pero es un mensaje que hay que dirigirles a ellos directamente, porque si no, ellos ven que es normal la discriminación porque la estamos defendiendo. Y las que podemos hablar públicamente tenemos que enviarles este mensaje, porque en la lucha por la igualdad no podemos conquistar nuestra libertad a título individual y olvidarnos de las demás mujeres.

-El aborto, el adulterio o las relaciones fuera del matrimonio en Marruecos sigue penado con cárcel€

-Sí. En Marruecos hay unas leyes muy arcaicas que muchas veces sirven precisamente para perseguir a disidentes o a periodistas€ En la práctica no se suele penar, pero ahí está la ley y va a discreción del juez o el policía de turno, lo que te deja en una situación de indefensión muy importante.

-¿Cómo se puede combatir la islamofobia, ese odio al islam?

-Hay que hablar más de políticas sociales que de religión, pero es mucho más fácil dar respuesta a las demandas religiosas que a las sociales porque para solucionar éstas últimas hace falta dinero. Es más fácil y más barato poner un pañuelo en un cartel electoral, pero creo que lo necesario es luchar contra la segregación urbanística escolar y garantizar la igualdad de derechos y oportunidades y el acceso a la educación.