El cambiador del bebé preside la habitación de Félix Gálvez en el piso que el joven de 24 años comparte con su madre, en el madrileño barrio de Vallecas. Sobre el mueble, varios bodis y ropita de niño recuerdan que alguna vez durmió allí con él su hijo Aaron, que desde hace dos años descansa en el cementerio de Orcasitas. Aaron acababa de empezar a andar cuando su padre y su madre, Cristina Jiménez, se separaron después de una relación tortuosa de cuatro años, en la que ella lo denunció por malos tratos. Entonces la mujer se marchó de Madrid, llevándose al crío, para instalarse en Elche con su nuevo novio, José Antonio Pérez, al que había conocido a través de internet, jugando a la PlayStation. El niño no había pronunciado sus primeras palabras cuando el 13 de septiembre de 2018 ambos lo golpearon brutalmente y lo asfixiaron. Tenía dos años. "Me pregunto todos los días cómo sería la voz de mi hijo", relata a El Periódico de Catalunya Félix, el padre de Aaron.

La Audiencia de Alicante juzga desde este lunes a la madre del niño y a su novio, de 29 y 27 años, para quienes el fiscal pide 28 años de prisión por un delito de asesinato y otro de malos tratos habituales. El padre del niño, representado por el abogado Marcos García-Montes, exige que ambos sean condenados a prisión permanente revisable.

"Se hizo pis"

Los informes del caso y el escrito de acusación del ministerio público enumeran múltiples heridas en la cabeza y el cuerpo del bebé como consecuencia de los "golpes, bofetadas y puñetazos" que los dos acusados propinaron la mañana del crimen al niño: "Fui a despertar al niño. Se hizo pis. Yo le dije que eso no se hacía y fui a buscar la leche. Cuando volví, se había vuelto a mear". Entonces perdí la razón y le di en la cabeza. Él hizo un gesto como de dejar de respirar", declaró el padrastro de Aaron. Él y la madre del crío fueron detenidos en el hospital donde ellos mismos, con ayuda de una vecina, habían trasladado al niño "insconsciente y con múltiples contusiones" y donde el pequeño murió poco después como consecuencia del "estrangulamiento" al que lo habían somentido, según consta en el sumario.

Mientras los médicos aún trataban de salvar la vida del bebé, su madre y el novio de la mujer, ofrecieron hasta tres versiones distintas para explicar lo ocurrido, según la investigación. Primero dijeron que Aaron se había caído en la bañera, luego que unos encapuchados los habían secuestrado. El padrastro también aseguró que otros niños habían pegado al crío. Pero sus excusas no convencieron a los sanitarios, que sospecharon que se encontraban ante un caso grave de maltrato y avisaron a la policía. La mujer terminó por reconocer ante los agentes que a su pareja "se le fue la mano" con el niño y trató de exculparlo asegurando que Aaron "es un niño muy trasto", que "cada uno tiene su manera de educar" y que "le pegamos para corregirle".

"Brutales palizas"

La investigación de los agentes reveló el calvario que el crío vivió durante sus últimos meses de vida en aquel piso de Elche a cargo de su madre y el novio de esta, que asestaron "brutales palizas al menor, de manera reiterada y constante", según detalla el fiscal. Los vecinos de explicarán al jurado popular que debe hacer justicia al pequeño Aaron cómo aquellas semanas previas al crimen escuchaban los "llantos de dolor" del niño a través de la escalera y de las paredes, pero no alertaron a la policía porque no estaban seguros de lo que ocurría en aquella vivienda. Aunque sí se habían quejado de que la madre de Aaron y su novio, que estaban en paro y vivían de una herencia que la mujer había recibido recientemente, pasaban mucho tiempo "fumando porros en su balcón".

Aquellos meses de "golpes y violencia" contra Aaron por parte de quienes debían protegerlo, su padre, Félix, se afanaba en buscar a su hijo y conseguir que su expareja le permitiera saber que el niño estaba bien: "La conocí cuando yo era un crío, nuestra relación siempre fue tóxica, pero cuando se quedó embarazada, murió su madre y ella recibió una herencia de mucho dinero que la hizo cambiar por completo. Nos peleábamos todo el tiempo y al final, tras una bronca, ella me denunció y me pusieron una orden de alejamiento", recuerda.

"Ella se quedó con el niño, estoy convencido de que solo lo quería para hacerme daño a mí, porque sabía que era mi punto débil. No me dejaba verlo y luego se lo llevó de Madrid sin decirme nada y dejó de responder a mis llamadas y mensajes", relata el padre de Aaron. "Yo me volví loco de angustia y, saltándome la orden de alejamiento, estuve llamándola al menos desde treinta móviles distintos. Solo quería una foto del niño, cualquier cosa para saber que mi hijo estaba bien, pero ella nunca respondió", añade.

"Pudo entregármelo a mí"

A Félix lo atormenta una pregunta: "Si no se sentía capaz de educar y cuidar al niño, como luego declaró a la policía, ¿por qué no me lo entregó a mí? Hubiera bastado que cogiera el teléfono, o que se pusiera en contacto con mi madre. Ella sabía que yo estaba loco por mi hijo, que hubiera hecho cualquier cosa por él... pero prefirió matarlo. No me quito de la cabeza que eligió asesinarlo para hacerme daño a mí y por ir a por mí se llevó por delante la vida de mi bebé".

La necesidad de respuestas hizo que Félix se planteara visitar a su expareja en la cárcel: "Necesitaba sentarme frente a ella y preguntarle: ¿por qué lo hiciste? Pero luego me di cuenta de que una persona que es capaz de seguir dando golpes a un bebé cuando está llorando no tiene nada que explicar". Así que el padre de Aaron sigue sin saber si, a pesar de su corta edad, su hijo intentó vivir, "si pidió a su madre que parara". Pero también si antes de que le quitaran la vida había aprendido a decir "papá", cómo sería hoy su voz, de qué manera caminaría.

"Cada noche lo oigo llorar y gritar, pedirme socorro. Los recuerdos hacen daño, pero lo que no he podido vivir con él me mata por dentro. Tengo 24 años, pero mi vida se fue con la de mi hijo. Mi mayor preocupación es aprender a sobrellevar su pérdida para poder conseguir un trabajo que me permita terminar de pagar su lápida", lamenta Félix mientras se lleva la mano al pecho para acariciar un tatuaje con el nombre de su hijo. Y puede que también, en el futuro, vuelva a ser padre. Aunque ya lo es. Desde que vistió a Aaron por primera vez en el cambiador que hay en su habitación. Félix es un padre, sin su bebé.