"Yo no acudí a ninguna fiesta ilegal, solo fui a echar unas risas con mis amigos. Estábamos en el bar, donde la gente andaba dispersa, separada por grupos, pero cuando llegó la policía y empezamos a ver a tantas personas apelotonadas en la zona de las taquillas... nos dimos cuenta de la cantidad de gente que había en el local, todos con una toalla anudada en la cintura, muchos sin mascarilla". Lo cuenta a El Periódico de Catalunya uno de los clientes que fueron sorprendidos en una redada llevada a cabo por agentes de la comisaría del distrito Centro de la Policía Nacional en una sauna gay de Madrid el pasado domingo.

Los agentes acudieron al local, que dispone de piscina, cabinas privadas y está ubicado en el barrio de Malasaña, alertados por varios vecinos de que en su interior se estaban incumpliendo las medidas sanitarias y de aforo. En su interior identificaron, según fuentes policiales, más de un centenar de personas sin mascarillas y que no guardaban la distancia de seguridad. Entre ellos, aseguran los propios clientes, había varios médicos y sanitarios. La operación se saldó, además, con ocho detenidos por tráfico de cocaína, ketamima, GHB y estimulantes sexuales.

Un 'after', no un "picadero"

"Mis amigos y yo somos clientes habituales de esta sauna y ahora vamos más, porque con la pandemia es el único sitio parecido a una discoteca que sigue abierto. Es ir allí o quedarte en casa de un amigo, no hay más opciones de ocio para nosotros", explica uno de los hombres que fue sorprendido por la policía, según él, cuando estaba "tomando una coca cola" en el local.

Este arquitecto de 31 años admite que la sauna "no es el mejor sitio para estar con la crisis del coronavirus", pero defiende que "el riesgo de contagiarse es el mismo en esta sauna gay que en el gimnasio o en el metro" y asegura que el local madrileño tampoco es "Sodoma y Gomorra, como mucha gente piensa": "El ocio gay está un poco estigmatizado, pero el covid ha convertido esta sauna madrileña y otras donde antes nos encontrábamos para tener sexo, en un 'after' más que en un picadero".

Un 'after' que, según ha declarado públicamente uno de los responsables de la sauna, tiene licencia de balneario y por eso sigue abierto al público. Por eso y porque, según ha defendido el local en un comunicado, "la sauna cumple escrupulosamente la normativa en medidas de seguridad e higiene" y "se garantiza el uso de mascarillas para todas las personas que se encuentren en el interior del establecimiento".

Una versión que no se correponde con lo que los policías encontraron el pasado domingo ni con lo que cuentan algunos de los hombres que estaban allí. Uno de ellos, un universitario madrileño que acude con frecuencia a esta sauna, afirma que el local estaba "lleno hasta los topes" y que las medidas de seguridad de la sauna "se han ido relajando" las últimas semanas. "Al entrar, te toman la temperatura, te echan gel hidroalcohólico, hay una alfombra para limpiarte los pies y carteles que te piden que lleves la mascarilla puesta, pero luego llegas a la zona de baño y te encuentras a 10 o 12 tíos en el borde de la piscina sin mascarilla, todos tocándose".

El joven asegura que este tipo de locales "invita a dejarte llevar por la irresponsabilidad. Cuando estás ahí, sabes a lo que te expones. Pero el hecho de que sigan abiertos cuando otros han tenido que cerrar, te da cierta sensación de seguridad y también de impunidad. Piensas que si les dejan abrir, por algo será", señala. Pero matiza que "no iría a visitar a mis padres después de haber pasado por la sauna, porque son mayores y de riesgo".