Me eché a correr y me encontró”, narró llorando la joven que acusó a su tío político de abusar sexualmente de ella la tarde del 8 de septiembre de 2017. El acusado ya fue condenado por un delito de exhibicionismo que cometió hacía la víctima y otro por saltarse la orden de alejamiento. 

En el juicio que se llevó a cabo en la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas contra O. H. por, presuntamente, haber cometido un delito de agresión sexual a la hija de su expareja. La afectada relató entre lágrimas que recuerda siempre al acusado masturbarse delante de ella y que el día de los hechos -cuando tenía entre 14 y 15 años- se encontraba en casa de una amiga y su madre le pidió que regresara a casa pero como no tenía en ese momento el bono de transporte, decidió irse caminando desde la primera fase de Jinámar hasta Marzagán. En un momento dado sintió que la perseguían cuando estaba caminando por un campo de tierra y al voltear se percató de que el procesado estaba detrás de ella en su furgoneta. "Me eché a correr porque tenía miedo, él me persiguió y me intenté esconder pero me encontró", narró entre sollozos. Tras varios intentos por parte de la fiscal, la joven, que ya es mayor de edad, pudo contar con exactitud lo que recordó que le hizo el investigado. 

Me cuesta contarlo, me pegó y me tocó en mis partes, además me metió los dedos y me hizo sangre”, aseveró a la vez que comenzó a llorar y, aunque el juez le preguntó si necesitaba tiempo para continuar, la víctima prefirió seguir con su relato de los hechos. 

Una vez que logró zafarse del agresor, acudió a casa de sus abuelos “sucia y magullada”, ya que era el lugar más cercano que tenía para refugiarse. El letrado de la defensa le preguntó a la afectada la razón por la que su madre le pidió que fuese a casa si la progenitora no estaba en la vivienda para ese momento ya que trabajaba y el motivo por el cuál no acudió a casa de sus abuelos en primer lugar. Esto desató comentarios por parte de los presentes e incluso de la fiscal respecto a que la madre de la afectada no necesitaba estar en el domicilio para saber que su hija no estaba allí y que, “como cualquier progenitora” de una menor de 15 años, era normal que estando en su jornada laboral se preocupase por su hija y le pidiese que se fuera a casa antes de que se hiciera tarde. “Que las madres también trabajamos”, expresó la representante del Ministerio Fiscal.

A preguntas del abogado de la defensa, la menor también matizó que supo que la furgoneta era del investigado porque él siempre la llevaba a la escuela ya que era su tío y convivió con él muchos años. “Ese señor tiene delitos anteriores, no soy la única niña”, apostilló mientras expresaba que no se fijó en detalles cuando ocurrieron los hechos porque se enfocó en “llegar a mi casa viva y sin que me pasara nada”.

La afectada detalló además que el lugar donde recibió los abusos por el acusado era un callejón por el que no pasa nadie y que el investigado ha quebrantado en dos oportunidades la orden de alejamiento respecto a ella. “He ido al psicólogo, me he autolesionado, intenté quitarme la vida y tengo depresión por lo que me hizo”, explicó al juez.

El procesado, por su parte, sostuvo a preguntas del magistrado Emilio Moya que mantuvo una relación con la menor desde que nació hasta el 2015, cuando metió “la pata” respecto al delito de exhibicionismo. “Lo reconozco y por eso cumplí condena y pedí perdón”, apuntó, a la vez que relató que la madre de la afectada le dijo que “no iba a parar hasta que no me viera muerto o en la cárcel”.

De igual forma, rechazó que intentase agredir sexualmente de la menor, que en ese momento tenía 15 años de edad, y aseguró que tampoco había estado en las proximidades del Centro de Educación Obligatoria (CEO) Omayra Sánchez de Marzagán donde supuestamente sucedieron los hechos. Añadió que ese día al ser festivo por la celebración de la Virgen del Pino se quedó en su casa durante todo el día y no fue hasta las 18.00 horas cuando salió, “como de costumbre”, a pescar. 

Ese día debido a la festividad decidió, según su relato, no sacar el furgón por los problemas de aparcamiento que suponía, aunque su mujer sostuvo que tenían un garaje donde guardaban el vehículo. “Me fui caminando y dejé las llaves en casa”, expresó el procesado. Asimismo, insistió en que desde enero de 2016 no pisaba ni Jinámar ni Marzagán por la condena que tuvo respecto a la menor y que a raíz de la primera sentencia en su contra solicitó una pulsera de control telemático para que en todo momento se supiera en donde estaba.

Por su parte, la médico forense que tomó las muestras para determinar si en el cuerpo de la víctima o en su ropa interior había ADN del acusado, comentó que apreció lesiones en la rodilla izquierda, dolor abdominal y un pequeño hematoma en el cuello lo que podría ser compatible “con una caída y un forcejeo”. Asimismo, reseñó que pudieron ocurrir los hechos sin que existan lesiones de acto sexual. 

Igualmente, declaró que la menor le narró en el Hospital Materno Infantil el día de los hechos que tenía claro que había intentado tocarle los genitales pero que no podía asegurar que lo hizo. Sin embargo, uno de los policías que acudieron a tomar la declaración a la menor en el centro sanitario comentó que la víctima estaba muy “nerviosa y agitada” y le contó que había salido de casa de su amiga sobre las 18.00 horas cuando vio a la expareja de la tía bajarse de la furgoneta, por lo que ella se echó a correr. Le dijo al agente que le tenía “miedo” al acusado y que hubo un forcejeo en el que consiguió arrebatarle el peto e introducirle un dedo en la vagina. 

La esposa del investigado sostuvo que ese día su pareja no sacó el coche del garaje porque ella vio las llaves en casa y no escuchó que se abriese el portón y que el golpe -que la afectada dijo que tenía el furgón- lo habían arreglado desde 2016. Dos compañeros de pesca también depusieron en acto de juicio como testigos de la defensa. Uno de ellos sostuvo que recibió una llamada a las 19.30 del encausado en la que este le preguntaba si iba a acudir a pescar con él y que al llegar le vio con cuatro peces, por lo que asume que “tenía tiempo allí”. Los peritos de toxicología relataron que en la ropa interior no se encontraron restos de semen ni ADN compatible con un hombre. Por su parte, la psicóloga que atendió a la menor agregó que el testimonio que ella ha prestado es creíble.

Ocho años de cárcel

La fiscal reiteró su petición de condena de ocho años de cárcel por un delito de agresión sexual a menores de 16 años, libertad vigilada durante seis años, prohibición de acercarse a la joven a menos de 500 metros por seis años e inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión u oficio, sea o no retribuido, que conlleve contacto regular y directo con menores de edad durante 13 años. Asimismo, elevó a 60.000 euros la indemnización en concepto de responsabilidad civil ya que la afectada por su corta edad carece de recursos económicos para hacer frente a los gastos que conlleva recibir ayuda psicológica para superar lo que le ha ocurrido que, a su juicio, es una “película de terror”. Recordó además que el procesado ha tenido una condena por hechos similares y otra por quebrantamiento de condena, ambas respecto a la víctima de este caso.

El letrado de la defensa interesó la libre absolución y que se aplicase el principio ‘in dubio pro reo’ (en caso de duda se favorece al acusado) ya que a su juicio no hay pruebas suficientes para condenarle y recalcó que existen contradicciones respecto a que la víctima en acto de juicio lo situó en Jinámar y en la instrucción indicó que lo vio cerca del CEO Omayra Sánchez. Además, indicó que no hay lesiones compatibles con un forcejeo en la tierra. El juicio quedó visto para sentencia.