Todas las noches en casa “hay que cerrar la puerta y esconder las llaves” para evitar que el abuelo, de 89 años, salga a la calle a horas intempestivas por Villardeciervos, en Zamora. Manuel (nombre ficticio) está ausente de la realidad “vive en su mundo” señalan sus familiares. Un mundo ajeno a las noticias y la realidad de la pandemia. No oye bien y muchas veces “no entiende lo que le estás diciendo, se ríe y no te hace caso”.

Esa ausencia cognitiva y auditiva -diagnosticadas- le ha costado recibir, un año después, la notificación del acuerdo iniciación de sanción de 601 euros. Seis folios de notificación del expediente que Manuel no es capaz de leer, como tampoco de comprender lo que se le está comunicando desde la Subdelegación de Gobierno. Como tampoco entendía en abril de 2020 que no se podía salir a la calle a pasear y tomar el sol.

La Guardia Civil expidió el acta de infracción donde recoge que a “las 18:40 del día 3 de abril de 2020 D. Manuel se encontraba en la vía pública en la carretera ZA-912 de Villardeciervos (Zamora) sin hallarse comprendido en ningún supuesto de los permitidos” contemplados en el Real decreto de alarma para la gestión de la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19. Los agentes hacen constar que “ha incurrido presuntamente en un acto de desobediencia de las limitaciones acordadas”. Los agentes, tras identificarle en la vía pública, le requirieron para que de forma inmediata regresara a su domicilio.

En ese momento no formularon ninguna denuncia atendiendo a su edad avanzada y a la dificultad que conllevaba para esta persona cambiar de costumbres. Unas horas más tarde, Manuel volvió a salir a la calle para dar un paseo desobedeciendo a los agentes. Los hechos fueron calificados de “constitutivos de una infracción grave” por desobediencia.

Es su esposa, de 88 años, quien ha contestado a la denuncia con una declaración jurada y quién vigila a Manuel. Ese día “en pleno estado de alarma, mi marido sale a la calle sin mi conocimiento. Cuando me doy cuenta de su ausencia, me asomo a la ventana y me percato de que está siendo interpelado por unos agentes de la Guardia Civil”. De inmediato “salgo a la vía pública y me dirijo a los agentes para preguntar si hay algún problema con mi marido”. Los agentes le comunican que no puede estar en la vía pública por el estado de alarma y el confinamiento domiciliario.

Su contestación es que su marido “está muy sordo y que él no se entera de las noticias, que tampoco me hace caso porque no entiende lo que le digo y que en cuanto me descuido –a veces me quedo dormida en el sofá viendo la novela- se me escapa a la calle y se pone en la puerta de otro vecino donde da el sol, porque en esa época del año estamos solos en esta plaza y no vemos a nadie”.

Los agentes “me piden la documentación de mi marido a lo que yo accedo presentándoles el DNI y ellos toman nota de sus datos y sin más, se despiden y se van”. “No me informan en ningún momento de que se le vaya a amonestar ni de que vaya a tener consecuencias de ninguna índole”.

Tanto en los siete folios de expediente sancionador, incluida la carta de reducción de la sanción a 300 euros por pronto pago, como en la declaración jurada no figura que Manuel articulara palabra o contestación alguna o enfrentamiento con los agentes. A la declaración jurada de su mujer se suma un informe del Centro de Salud de Mombuey con los antecedentes médicos del paciente.

Manuel sigue queriendo salir de casa todos los días sin enterarse que dentro de pocos días se levanta el estado de alarma, ni que ha habido una pandemia, ni de que le han multado por infracción grave de hasta 30.000 euros, ni que su mujer ha tenido que responder por él en su ausencia.