Ingresa en prisión provisional -comunicada y sin fianza- la mujer de 26 años que confesó haber drogado, asfixiado, calcinado y descuartizado a un hombre al que conoció por Internet. Pese a haber sido ella misma la que indicó a la jueza, mientras se realizaba un registro en su vivienda y alrededores, cómo lo hizo y dónde arrojó los restos de la víctima, hoy se acogió a su derecho a no declarar.

La investigada Cristina R. V., que carece de antecedentes, pasaba esta mañana a disposición de la jueza de Ribadavia, Gloria Corral, que ayer asistió a los registros y recogió la confesión espontánea de la presunta homicida. El auto judicial ordena el internamiento, a la espera de juicio, en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar, mientras la Fiscalía estudia imputarle un delito de homicidio.

Además, esta mañana la Guardia Civil encontraba un terminal móvil en su vuelta a las labores de rastreo previstas para este jueves, en aguas del Miño. Y es que la joven reconoció haber arrojado al río el teléfono y unos auriculares de la víctima. Los agentes lo encontraron en el embalse, pero aún falta confirmar que se trata del suyo.

La confesión

Cristina R. V., de 26 años y sin antecedentes, convivió con el macabro secreto que había escondido durante cuatro meses hasta, que este lunes, cuando la Guardia Civil ya llevaba semanas con ella en el radar, confesó en una consulta médica –tiene problemas psiquiátricos– que había calcinado el cadáver de un hombre de 56 años, J. M. R., quien había llegado de Barcelona el 20 de agosto para iniciar una relación en persona tras haberse conocido por internet. Ella lo mató, reconoció este miércoles.

Los hechos

El crimen fue cometido la noche del 23 al 24 de ese mes (este último día se perdió la señal de su móvil). La madre de la víctima denunció en Cataluña la desaparición el 27. El teléfono, que la joven arrojó al río, ubica al hombre en el lugar de los hechos como último paradero.

Tras el hallazgo el martes de parte de un pie en la huerta anexa al domicilio de la aldea de O Rabiño, el registro se retomó ayer, con la aparición de más restos, y la investigada amplió de forma significativa su confesión: admitió el crimen –en un primer momento había dicho que, al encontrarlo muerto a la mañana siguiente, se asustó y quiso ocultar el cuerpo–, dio detalles de cómo había sido e indicó los lugares en los que intentó esconder los restos.

Su intención era quemar los restos para intentar ocultar el homicidio pero, después de que una vecina le llamara la atención por el humo de la fogata, y para que su secreto no se descubriera, decidió llevarse parte del cuerpo en bolsas que tiró en un monte próximo. Para descuartizar, una pala. Los envoltorios con restos biológicos, que se distinguían desde la carretera, fueron localizados ayer por la tarde. Eran dos: en uno había vísceras y en otro, restos óseos calcinados.



Ante la jueza de Ribadavia y en una manifestación espontánea, la presunta homicida aseguró haber asfixiado con una almohada al varón tras adormecerlo con pastillas. Según su confesión, que llevó a cabo en contra de la recomendación de su abogado, el hombre estaba enamorado pero ella no sentía lo mismo y quería dejarlo. Afirmó que era agresivo y posesivo, y decidió deshacerse de él.

Llevaban tres días juntos en la vivienda de Rabiño, más un par de semanas de comunicación por internet y mensajes. La víctima llegó a Galicia en avión, al aeropuerto vigués de Peinador, donde la presunta homicida lo recogió.

Restos de mano, antebrazo y ropa, y una PlayStation del varón

Su intención era quemar los restos para intentar ocultar el homicidio pero, después de que una vecina le llamara la atención por el humo de la fogata, y para que su secreto no se descubriera, decidió llevarse parte del cuerpo en bolsas que tiró en un monte próximo. Para descuartizar empleó una pala. Algunos restos los ocultó en su finca. Los envoltorios con restos biológicos, que se distinguían desde la carretera, fueron localizados ayer por la tarde. Eran dos bolsas negras: en una había vísceras y en otra, restos óseos calcinados.

Después del hallazgo del pie del fallecido este martes –la inspección se prolongó hasta la medianoche–, ayer por la mañana se localizaron en la propiedad partes óseas de la mano y de un antebrazo, así como restos de ropa. La investigada, que tuvo algunos momentos durante el registro en los que no pudo contener la emoción, indicó dónde fue ocultando el cadáver.

También se recogieron restos de ceniza de una maceta, utilizando un utensilio para tamizar como el de los panaderos con la harina. Además, en una finca colindante, en la que efectivos de Protección Civil colaboraron con la investigación desbrozando, se recuperó una videoconsola PlayStation propiedad del hombre.

Pretendía quemar los restos, pero otra residente le afeó que el humo de la fogata estaba afectando a su vivienda. Algunos restos fueron troceados con una pala, los fue repartiendo en bolsas y los trasladó a un monte a unos 500 metros de la casa, según su confesión espontánea.

La joven fue indicando los lugares donde recordaba haber arrojado las evidencias. Para la identificación del hombre y la averiguación de las causas de la muerte resulta fundamental el papel del antropólogo forense Fernando Serrulla, el especialista del Instituto de Medicina Legal (Imelga) en este tipo de actuaciones.

Arrojó el móvil al río

La presunta homicida no tenía demasiada relación con los vecinos. Algunos recuerdan haber visto al varón junto a la joven en partes de la propiedad como la piscina. Otros indican que, después de la desaparición de la víctima, la chica, que vive sola, estuvo con otro hombre en la casa, quien tras empezar a ver que la Guardia Civil acudía con asiduidad habría decidido irse de la aldea. Ella llevaba un tiempo separada del padre de su hija pequeña (él tiene la custodia).

Dylan y Bill, el fino olfato de la Guardia Civil

Uno es un perro de aguas de 2 años edad y de nombre Dylan –natural de Chiclana, Cádiz–, y su compañero de cuatro patas es un pastor belga de 4 años, llamado Bill. Son dos perros adiestrados de la Guardia Civil que han participado en los registros y la localización de restos biológicos de la víctima del crimen de Cortegada. Dos guías se desplazaron con estos canes entrenados desde la central, en Madrid, para participar ya desde el martes en la inspección ocular en la aldea de San Bieito de Rabiño.

Estos perros actúan identificando olores. Su premio es un juguete al que está asociado un determinado olor. Cinco integrantes de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de Ourense y dos agentes del servicio de Criminalística participaban ayer en el registro, con la presencia del antropólogo forense Fernando Serrulla, del Instituto de Medicina Legal (Imelga).