"La noche del 31 de diciembre de 2018 mi hijo se fue a celebrar Nochevieja. Fue con unos supuestos amigos y, cuentan ellos -las ocho personas que estaban allí- que a las cuatro de la mañana, uno de los chicos empezó a golpearlo. Los golpes, según dicen, eran todos en la cabeza y sonaban como petardos". Gina Marín, la madre de Henry Jiménez, cuenta con desgarro las últimas noticias que tiene de él. "Dicen que pedía auxilio: 'mamá, mamá…'". No le ayudaron. "Lo tiraron a la calle medio desnudo". Desapareció.

Su madre lucha por encontrarlo. Su familia busca, pero el entorno calla: solo hay silencio. Han pasado tres años. Un vídeo, el de la brutal agresión que recibió el joven de 21 años aquella noche en Orihuela (Alicante) es lo único que queda. Las pesquisas no avanzan. Las respuestas no llegan. Henry no está.

"Confiaba en todo y en todos", recuerda su madre. "Henry, no todo el mundo es bueno", le advertía la mujer

"Familiar, bueno, inocente y solidario, muy solidario. Todo lo que tenía lo compartía. Confiaba en todo y en todos", recuerda Gina. "Henry, no todo el mundo es bueno", le decía su madre más de una vez. Nació en Colombia, creció en Murcia y, desde hacía cuatro años, vivía en Alicante. "Nunca se peleó con nadie, si había alguna pelea alrededor agachaba la cabeza", cuenta. Trabajaba y estudiaba. Cursaba bachillerato en el instituto de Orihuela Costa porque tenía un sueño: ser Guardia Civil. Se truncó todo: los que soñaba que serían sus compañeros hoy lo buscan a él.

Andrés y Gina, hermano y madre de Henry Alejandro, junto al joven desaparecido.

"Entraba en clase a las 8:00 horas, a las 14:05 horas cogía un patinete para llegar rápido a la peluquería en la que yo trabajaba, porque era mi traductor de inglés y francés. Recogía a su hermana pequeña, comía con ella, jugaban. De ahí se iba a trabajar donde una amiga que tiene un restaurante". Se desvivía por su familia. "La vida es una fiesta y hay que vivirla en paz, ese era su lema. No hacer daño a nadie, decía siempre". Instalado en Alicante, viendo un partido de fútbol junto a su hermano -compañero inseparable-, conoció al islandés.

Una muerte súbita, una mudanza: el islandés

"Mamá, qué pena. Mira lo que ha pasado, un compañero de piso del islandés ha aparecido muerto en la habitación". A Gina le saltaron las alarmas. "Voy a ir al cementerio a ayudar los padres del chico, han venido a enterrarlo. No saben español".

Los días pasaron y la amistad con el islandés fue creciendo. "Mamá, necesita ayuda. Con él vivían tres amigos, con la muerte de este chico se han ido todos. Lo han dejado solo. Imagina estar solo en un país que no es el tuyo...". El islandés le atrapó.

Gina trataba de guiarlo: "tampoco lo conoces tanto. Henry, no toda la gente es buena", pero el carácter solidario y protector de su hijo se impuso. "Necesita ayuda. Mamá, voy a ir a vivir allí, porque este chico no puede pagar el alquiler. Pobrecito, se murió su amigo…". Henry se mudó. No tenía necesidad, pero amplió horario de trabajo, consiguió un nuevo empleo limpiando vasos en una discoteca, para ayudar a su compañero de piso a pagar el alquiler.

Golpes en la cabeza

Aquella noche, la de fin de año, salió del restaurante en el que trabajaba. Cogió cena para todos, invitaba él. Un grupo de ocho amigos -cuatro de ellos estudiaban en su curso- se juntaban en casa. Era especial, por la fecha; también porque tras esta Henry -Álex, como le llamaban en casa- se mudaba de nuevo a casa de su madre. "Ya había traído a mi casa su ropa y sus cosas".

"¿Cómo es que te vienes Álex? ¿Ya no eres tan amigo?". "No, mamá, es muy peleón. No es buena persona… Yo ya le voy a decir que me vengo a vivir aquí contigo". Fue una de las últimas conversaciones que tuvo con su hijo. La tuvo el 28 de diciembre.

Comida, algo de beber, risas. Los cuartos, las campanadas... Fiesta. La conversación cambia el tono. "A las cuatro de la mañana comenzó la agresión", cuenta Gina. "El islandés empezó a golpearle en la cabeza", lamenta. "El motivo no se sabe. Algunos ‘amigos’ cuentan que mi hijo dijo que había que denunciar algo, que algo que había ocurrido y quizá él había descubierto no se podía quedar así. Fue cuando este chico empezó a golpearlo muy fuerte". Rota, Gina cuenta que el agresor lo sacó a la calle. La historia que sigue detrás, se difumina. Nadie la explica. El grupo de amigos de Henry afirma que el joven salió corriendo pidiendo auxilio, pero en sus declaraciones hay contradicciones, silencios. Solo hay una certeza: Henry no volvió.

Henry Alejandro con su hermano Andrés, en una foto compartida por la familia.

"Me lo mataron. ¿Por qué me lo mataron?". El 1 de enero, Gina acudió a la Guardia Civil. "Sabía que le había pasado algo. Los investigadores me preguntaron por qué y lo dije: Henry siempre me llama, me escribe…”. La investigación arrancó de puntillas, con poca fuerza, el día 2 de enero los ocho amigos fueron al cuartel. Los llevó Gina: "Dijeron lo que quisieron. En el mismo cuartel empiezan a mandarse Whatsapp poniéndose de acuerdo en lo que tenían que decir: di esto, di lo otro… Tapan, esconden algo".

La Guardia Civil confirmó que Henry fue víctima de una agresión: "Uno de ellos le dijo al teniente que los golpes sonaban como petardos, que todos eran en la cabeza”. El agresor, el islandés, confesó que lo había hecho, que le había pegado, pero asegura que después Henry huyó. Las cámaras de la zona, son muchas, no registraron ninguna imagen del joven caminando ni pidiendo auxilio.

Comenzaron las batidas: se rastreó toda la zona. Henry no aparecía. Se quiso cerrar el caso, hubo una amenaza de dar el cerrojazo judicial, pero la familia lo evitó. Se estancó. Levantado el secreto de sumario, Gina descubrió algo que le heló la sangre: la muerte del joven que unió a su hijo con su agresor no fue súbita. "Tenía moratones, agresiones, fue violenta. Aunque la familia del otro joven no investigó".

La familia de Henry lleva tres años pidiendo justicia.

Uno agrede: siete miran y otro lo graba

Cientos de personas se unieron a los rastreos. En ninguno estuvieron sus amigos. La familia de Henry echó de menos sobre todo a tres, sus compañeros de instituto. Los otros eran amigos de amigos, aunque pertenecían al círculo también.

Tras una de las búsquedas, se acercó uno de ellos. Gina, rota, le preguntó, quería saber, "qué decía mi hijo, qué palabras había dicho cuando le golpeaban. Él me dijo: 'Gina, él pedía auxilio y te llamaba a ti. Pero no le salía ni la voz de los golpes. Estaba reventado por dentro. Solo decía: mamá, mamá...'. Ese chico me dijo: tengo este vídeo". Gina lo vio. Se desmayó.

El vídeo de la agresión, compartida por sus amigos en un grupo de Whatsapp días después de confesarse, se borró. "Recuperamos algún trocito". La Guardia Civil lo añadió a la investigación.

"Sin cuerpo no hay delito"

Tras los primeros avances, en los que tanto la familia como el cuerpo investigador lograron dibujar los últimos pasos de Henry, la investigación se congeló. "Sin cuerpo no hay delito, dice la Guardia Civil". Rastrean, claman y ruegan. Que no cese la búsqueda, que alguien diga algo. "Está claro que a Henry lo golpearon", lamenta su madre. "Está todo tan claro: esa persona lo golpeó, ese chico lo tiró delante de todos... ¿por qué ese chico el día 2 de enero se fue a su país?, ¿por qué nadie hace nada?".

Al grito se suma la Fundación Europea por las personas desaparecidas QSDglobal. Paco Lobatón, fundador, experto como pocos en desapariciones, y en continúo contacto con las familias desde hace décadas, suma también su voz. "Este caso clama al cielo". Lo conoce bien, la Fundación lleva meses estudiando la manera de ayudar a la familia. "Hay muchos elementos que, sin duda, pueden ayudar a que la investigación llegue a término y no se quede en tierra de nadie", afirma.

Imágenes del joven compartidas por la familia.

"En muchas desapariciones hay una escena fantasma" - analiza, "en esta no. Aquí hay una escena en la que hay una serie de testigos, de elementos testimoniales de gran peso. Hay que pedirle a los investigadores que no abandonen y que le den toda la prioridad necesaria al caso de Henry. Por dos razones: por el gravísimo daño que está causando en la familia, incalculable, y por no dejar en impunidad un acto tan manifiestamente criminal".

Henry, el joven que siempre soñó un mundo mejor, creció ayudando. Confiando en todos. Junto a su madre, mientras vivía en Murcia, repartía bocadillos en los semáforos a los que no tenían que comer. Henry, ahora, necesita ayuda. Necesita que lo busquen. No hay descanso. No es fácil, pero sí viable, "hay hilos, trazas, con las que componer finalmente una solución", concluye Lobatón.