"Es un hombre de 1,80 metros de estatura, piel trigueña, muy corpulento y hosco en el trato personal". La descripción que la revista colombiana Semana publicó en junio de 1997 sobre la inabarcable figura de Florentino Carlos Fernández García (Avilés, 1946) continúa vigente 24 años después. Don Carlos, que sigue teniendo la envergadura de un oso y no se ha ablandado con el tiempo, proyectó toda su soberbia sobre los investigadores que no le dejaron terminarse el café para llevárselo esposado al registro de su vivienda. La Policía Nacional lo detuvo en una cafetería de Marbella cuando creen que intentaba cerrar la venta de 60 kilos de cocaína que acababan de ser intervenidos en un polígono de Sevilla, un alijo valorado en tres millones de euros que cruzó el charco en un vuelo entre Bogotá y Madrid oculto entre ramos de flores. Con la droga asegurada, los agentes buscaban ahora una importante cantidad de dinero que él negaba tener.
Don Carlos masticaba altivez. Le parecía una broma de mal gusto que la Policía se planteara que la mercancía pudiera pasar por sus manos. "Tocarla seguro que no la toca, pero organizar puede organizar como nadie", bromea uno de los investigadores. Los desafió a encontrar en su casa algo que le implicara en la investigación y esperó con gesto de perdonavidas. Los policías encontraron un revólver cargado, pero lo que más ilusión les hizo fueron los 200.000 euros que había entre unas planchas de cartón selladas con plástico negro que forraban el fondo de un armario. Este último descubrimiento hizo que Don Carlos agachara la cabeza durante un segundo, el tiempo que tardó en levantarla y volver a comportarse como si los agentes hubieran localizado un cepillo de dientes. Este viernes celebró su 76 cumpleaños en prisión.
El duelo de caras de póquer se produjo en el chalé adosado que compartía con su mujer en Marbellamar, una urbanización sin extravagancias. Una de esas zonas de la Milla de Oro que te caes de la cama y ya estás en la playa. Cerca de buenos chiringuitos, restaurantes y hoteles cuyo personal apreciaba la presencia de un tipo con el aspecto de un jubilado más. Siempre iba con un buen chándal o en vaqueros y camisa. Y con el sempiterno complemento con el que ya en los años noventa ocultaba su calvicie y con el que se ganó otro de sus apodos: El hombre de la gorra. También le decían El viejo antes de que cumpliera los 50.
Por estos últimos alias es más conocido en Colombia, su segunda patria y donde tres décadas después conserva unos contactos a la altura de su biografía. Para la Policía Nacional es un objetivo de interés desde 1993, año en el que entró en su radar por prestar servicios al Cartel de Medellín. Incluso llegó a vivir en la casa que tuvo en Madrid Gilberto Orejuela, unos de los hermanos fundadores del Cartel de Cali. Sin embargo, el asturiano no fue condenado por narcotráfico ni por poner en marcha "una gigantesca red de lavado de dinero" para las grandes redes, como señala la propia investigación, sino por el secuestro de dos mujeres en Marbella con el que pretendía cobrar una deuda a una organización rival. La sentencia, de 1998, fue de 24 años de prisión. Su nombre también estuvo sobre la mesa del juez Baltasar Garzón. Las hemerotecas recuerdan que el entonces magistrado de la Audiencia Nacional investigó los posibles contactos entre ETA y Fernández por posibles conexiones entre la banda terrorista y el narcotráfico. La prensa colombiana, por su parte, lo relacionó en un supuesto caso de narcofinanciación en una campaña electoral del presidente colombiano Ernesto Samper.
De jubilado sólo tiene la edad. Don Carlos ha sobrevivido a los grandes cárteles de los noventa gracias los contactos que conserva en las dos orillas del Atlántico. La investigación del Greco Costa del Sol de la Brigada Central de Crimen Organizado y el Grupo 44 de la Brigada Central de Estupefacientes ha constatado sus movimientos por el litoral malagueño, Sevilla y Madrid para reunirse con su círculo de confianza. A Colombia volaban sus emisarios. Los agentes consideran a Fernández un comisionista que ayudaba a empresarios españoles y sudamericanos de dudosa reputación a invertir tanto en España como en el extranjero. Siempre tuvo ojo para colocar capital, por eso los agentes investigan el origen de bienes inmuebles por valor de 350.000 euros y han solicitado el bloqueo de cuentas de tres personas físicas y seis sociedades de varios de los investigados.
Y como a todos, la pandemia le pasó factura. Durante los 18 meses de investigación, tuvo muchas ideas que no llegaron a cuajar por circunstancias que no estaban en su mano, razón por la que desempolvó su agenda y presuntamente comenzó a organizar envíos como el de las flores que entraron por el aeropuerto de Barajas. Los investigadores están convencidos de que ya estaba planeando el siguiente proyecto, esta vez bastante más cantidad.
