"Va a ser sencillo", decía el magistrado presidente, Álvaro Castaño, a los miembros del jurado popular, en el inicio del juicio contra Juan M. G., de 70 años de edad, que se sienta en el banquillo por asesinar a martillazos a su esposa en 2020 en su vivienda de Cartagena. Lo de sencillo iba por el "principio de acuerdo" que, anunció, habían alcanzado las partes. "Mañana mismo les daremos el objeto del veredicto", subrayó el juez.

Juan M. G. admitió desde el primer momento lo que había hecho. De hecho, él mismo llamó al 112 tras atacar a la mujer y dejarla herida de muerte en la vivienda, en un charco de sangre. Ahí, ensangretado, esperó a los sanitarios y a los agentes de la Policía Nacional, que procedieron a su arresto. Del Juzgado de Guardia pasó a prisión preventiva. El fiscal, José Manuel Marcos, en su primer escrito, solicitaba para él penas que suman 28 años y 5 meses de prisión.

"Mire usted, mi mujer está sangrando, pero todavía respira. Se me ha ido la olla y le he dado tres o cuatro martillazos en la cabeza", dijo al 112

"La defensa no pide una sentencia absolutoria: efectivamente, decimos que los hechos ocurrieron, que golpeó a su mujer con el martillo, sería absurdo mantener otra cosa porque, inmediatamente después de ocurridos los hechos, tan pronto cómo se dio cuenta, realizó una llamada al 112, para pedir la máxima urgencia. Todavía respirar, vengan lo más rápido que puedan...", indicó José Mª Caballero, defensor de Juan M. G.

La víctima, que tenía 62 años, aguantó 28 días en Cuidados Intensivos, aunque no pudo sobreponerse a la gravedad de las lesiones que le provocó Juan en la cabeza y finalmente expiró en el Virgen de la Arrixaca.

Se quedó quieto junto al cuerpo de Rosalía "porque no sabía si era bueno moverla o no"

El juicio no comenzó con la declaración del acusado: arrancó con la reproducción de la llamada que él mismo hizo a Emergencias el día del crimen.

"Por favor, mande una ambulancia urgente", comenzaba esa llamada. "Mire usted, mi mujer está sangrando, pero todavía respira... Se me ha ido la olla y le he dado tres o cuatro martillazos en la cabeza. Mándenla, que todavía respira, por favor", manifestó a la operadora que le atendió.

Tras escucharse en la sala la llamada, comenzó el interrogatorio a Juan M. G., que comentó que su esposa y él estaban en proceso de divorcio y que él recibió la sentencia "con enfado", tras lo cual fue a pedir explicaciones a su abogado.

El día del crimen "yo estaba justo en la entrada de la casa, ella llegó, iba a fregar en el cuarto de aseo alguna cosa y me dijo que me iba a echar de la casa y que iba a hundir a mi hija". "Entonces, instintivamente, cogí el martillo. Ella me dijo "quita, cabrón", perdí un poco la razón, lo vi todo negro".

"Yo sé que el martillazo le puede ocasionar la muerte, pero no fue mi intención matarla. Fue sin pensar. Pero sé que un martillazo puede ocasionar daños graves", aseveró.

Tras avisar él mismo a Emergencias, "la Policía tardó muy poco tiempo". Se quedó quieto "porque no sabía si era bueno moverla o no". "La Policía tampoco hizo nada", aseguró.

"¿El desencadenante? Cuando me dio el empujón y me dijo 'quita, cabrón'. Fue lo que me hizo reaccionar", afirmó el individuo, que aseguró que estaban frente a frente, que no la atacó por la espalda.

El día del asesinato

"El martillo con el que el acusado dio muerte a su mujer tiene una longitud de 33 centímetros, con mango de madera y cabeza de metal. Esta cabeza, que mide unos tres centímetros de ancho consta de dos partes, un lateral cuadrado y otro esférico, de bola", detalla el Ministerio Público en su escrito.

La atacó, tiene claro la Fiscalía, "de forma súbita y sorpresiva, movido por el hecho de ser ella mujer y con la intención de quitarle la vida o, al menos, representándose ese resultado", por lo cual "tomó un martillo que tenía en un armario de una de las habitaciones y, sin mediar palabra, aprovechando que Rosalía se encontraba de espaldas al mismo o en una posición que impidiera la defensa de esta, le propinó varios golpes en la cabeza, cayendo inmediatamente al suelo".

Apunta la Fiscalía que Rosalía "dejó como perjudicados a sus hermanos, Agustín y Rosario, con los que mantenía una intensa relación familiar, no así respecto a su hija, con la que no mantenía relación materno filial alguna a pesar de vivir en el mismo domicilio habiendo incumplido esta ultima los deberes de respeto y de ayuda al sostenimiento de las cargas familiares".

Por otro lado, destaca que los gastos médicos y farmacéuticos ocasionados por los tratamientos y estancias hospitalarias de Rosalía en el Virgen de la Arrixaca "ascendieron a la cantidad de 35.166,71 euros, los cuales reclama el Servicio Murciano de Salud".