"Pánico a morir", esa es la sensación que tuvieron tras los encuentros con Jorge Ignacio P. J. y que este miércoles revivieron y transmitieron con un relato desgarrador al jurado tres de las víctimas que sobrevivieron al ataque de este presunto depredador de mujeres cuyo objetivo más que puramente sexual, según están aclarando los diferentes testimonios en lo que llevamos de juicio, era sádico, al llevar a sus víctimas a una situación de intoxicación letal, para verlas convulsionar, tras introducirles piedras de cocaína –del tamaño de "una pelota de golf", recuerda una y otra la describe como una "canica de las gordas"–, de gran pureza. Marta Calvo, Arliene Ramos y Lady Marcela Vargas –que además fue presuntamente asfixiada según las señales halladas en el cuello de la víctima, como indicaron ayer los forenses– corrieron peor suerte y no salieron vivas de su cita con este presunto asesino en serie.

Las tres testigos, que abandonaron el mundo de la prostitución precisamente tras la experiencia traumática de haber estado al borde de la muerte con este putero, y que no se conocen de nada entre sí, explicaron ayer cada una con sus palabras y desde su experiencia particular unos hechos que son casi idénticos entre sí. La forma en la que contacta con ellas pidiendo un encuentro con ‘fiesta blanca’ –a dos también les solicitó ‘trato de novia’ como chica de compañía–, cómo les ofrece algún tipo de bebida –champán, cerveza o vino blanco– a cuyo recipiente tiene acceso a solas, y poco después empiezan a encontrarse adormiladas; con sueño, "como en una nube, la sensación más placentera del mundo, nunca me había sentido así", lo describe una.

El comportamiento del acusado que recuerdan las tres también es similar. Cómo al principio Jorge Ignacio P. J. se muestra "en todo momento muy simpático y cariñoso", e incluso amable, acompañando a la cuñada de una de las víctimas a su casa cuando las recoge en una discoteca de València. Todo ello para que ellas bajen la guardia. Así como su tranquilidad al restar importancia a la pérdida de conocimiento o el estado de aturdimiento de éstas. Solo una de ellas relata un cambio de actitud más agresivo del acusado en un momento dado, "no de hacerme daño en el cuerpo, sino con insultos", aunque explicó que acto seguido "se ponía otra vez en plan bueno".

Igualmente las tres describen la insistencia del acusado para quedar, incluso después de haber tenido ya un encuentro. No acepta un "no" por respuesta. Tanto es así que la segunda víctima que declaró ayer, que es la número 6 de la lista de 11 que han llegado a juicio, una joven de 27 años y origen paraguayo, recuerda que después de un primer contacto por Whatsapp en el que no llegaron a concretar cita alguna, Jorge Ignacio P. J. se presentó en la casa y aunque ella le dijo que a esas horas de la noche ya no hacía servicios, estuvo esperándola una hora u hora y media hasta que le dejó pasar. "Parecía un chico normal, no sabía entonces lo que tenía en la cabeza", se lamenta.

En su caso fue cerveza lo que le ofreció. La mujer cree que el acusado aprovechó el momento en el que se fue a dejar el dinero en la cocina para echarle alguna sustancia de sumisión en la bebida. "Cometí el error de dejar mi bebida en manos de un extraño", se martiriza la víctima, quien nada más probarla le dijo que esa cerveza le sabía mal.

La testigo recuerda que "tenía momentos de lucidez y otros en los que mi cabeza y mi cuerpo no coordinaban". "Estaba muy débil, mi cuerpo parecía como una gelatina", añade. "No sé cuántas cosas me habrá metido por ahí", indicó en referencia a sus partes íntimas, cuando notó "algo raro en la vagina". Aunque inicialmente creyó que lo que pretendía el putero era robarle, poco a poco su terror a morir aumentó, más cuando se percató de que estaba sola en la casa con él – creía que había una chica transexual en una de las habitaciones, pero se había ido–.

La víctima no pudo evitar romper a llorar al recordar lo cerca que había estado de la muerte. "Mi cabeza me decía que si cerraba los ojos me iba a morir", confesó entre lágrimas. La joven asegura que tras lo ocurrido el 26 de agosto de 2019 estuvo "37 horas sin dormir y 34 horas sin apenas comer".

Cuando contactó de nuevo con el acusado para recriminarle que la hubiera querido matar, él incluso trató de quedar de nuevo con ella: "Tengo más dinero y te voy a hacer todo lo que te he hecho", le contestó detallándole todos los lugares donde le había introducido la droga. Aunque trató de hacerle una encerrona para que la policía lo detuviera, Jorge Ignacio P. J. ya no regresó.

Las víctimas también explicaron de forma muy convincente los motivos por los que no denunciaron las agresiones en su día, y que no fue hasta que vieron al sospechoso en televisión cuando lo reconocieron y dieron el paso de acudir a la Guardia Civil. "Por vergüenza, miedo, era puta... ¿Cómo me voy a presentar en un sitio y decir que salí a trabajar y me drogaron?", argumentó la primera de las víctimas en declarar, de 29 años y nacionalidad española, al recordar la respuesta que le dieron los primeros agentes de la policía a los que contó su caso: "Me dijeron que no podía haber sido violación porque yo era puta".

Su espeluznante relato de la pesadilla que vivió el 30 junio de 2019 en la vivienda de Manuel recordó al de la primera superviviente que declaró la semana pasada. "Fui a orinar y no sentía nada, me metí el dedo en la vagina y saqué una pelota, me quedé acojonada", recuerda. Cuando se metió en la ducha "ni siquiera notaba el agua fría, no notaba el contacto en la piel". "Tenía tanto sueño, me moría del sueño".

Tras intentar desesperadamente que una amiga fuera a sacarla de allí, convenció al acusado para que la acercara a la estación de tren. "Visualizaba la cara de mi hijo para salir de esa casa antes de que me matara", confiesa la víctima, quien trató en todo momento de no enfadarlo para poder salir viva de allí.

La tercera víctima en declarar este jueves también fue agredida en el domicilio de Manuel, en septiembre de 2019, vivienda que posteriormente reconoció en televisión. La joven reconoce que desde el primer momento Jorge Ignacio le pidió si hacía "fiesta blanca", pero admite que no le prestó mucha atención a en qué consistía realmente. "Le dije que sí a todo lo que me iba diciendo porque necesitaba el dinero y me dijo que quería contratar una noche entera".

En su caso comenzó a encontrarse rara después de tomarse una copa de vino blanco. Recuerda que el acusado sacó una bola de cocaína, como una pelota de golf, que "se impregnaba las manos y me tocaba por todo el cuerpo". La testigo aseguró que perdió el conocimiento ,y que no sabe cuánto tiempo pasó hasta que volvió en sí. "Creo que aprovechó el momento en el que estaba dormida para introducirme la droga", apuntó. A la mañana siguiente se encontraba muy mal, con vómitos, y acudió al servicio de Urgencias de un hospital, cuyo parte médico, sin informe toxicológico alguno, fue entregado a los miembros del jurado.