Asesinos natos

Ikram, la asesina de Zaragoza que veía demonios en sus hijas

Ikram Benhadi fue condenada por la muerte de una de sus pequeñas, pero no se pudo probar con las otras dos

Ikram Benhadi cuando fue juzgada por el crimen de la pequeña Marwa.

Ikram Benhadi cuando fue juzgada por el crimen de la pequeña Marwa. / SOLER / LOSADA

Luis M. Gabás

Ikram Benhadi y su esposo Mamoun llegaron de su Marruecos natal a la capital aragonesa, donde decidieron emprender con un negocio de arreglo de zapatos. Pronto se hicieron conocidos entre los vecinos del barrio de Las Fuentes por su destreza en el manejo del cuero, pero también por la desgracia de perder a un hijo. Nunca pudieron imaginarse que esa joven de 27 años tan tímida iba a acabar en la cárcel por la muerte de una de ellas y la sospecha policial de que sus manos estaban detrás de un caso previo y que lo intentó con una tercera. Todo porque creía que la casa estaba endemoniada y no quería que un espíritu maligno entrara en los cuerpos de las lactantes.

La primera en morir fue Sara, allá por el año 2011, si bien no fue hasta que se presentó en el centro de salud con el cadáver de la pequeña Marwa, un 21 de noviembre de 2014, que el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón vio un hilo conductor en las muertes tras analizar los historiales clínicos. La tercera niña, Riham, se salvó gracias a que estaba custodiada de forma temporal por los servicios sociales del Gobierno de Aragón. Según los partes médicos, en los tres casos las niñas, que contaban con menos de tres meses, presentaban episodios de hipotonía, mala coloración generalizada, vómito y emisión de una ligera cantidad de sangre por la boca.

El giro de 180 grados lo dio el informe que realizó una mediadora cultural ante los servicios sociales. Esta mujer, Amina Kaman, se entrevistó con Ikram y el resto de la familia para intentar ver qué estaba pasando en el número 19 de la calle Florián Rey, a escasos metros del ambulatorio al que acudía con sus hijas, ya cadáver.

"La casa estaba endemoniada y que eso iba a influir en las niñas"

Durante el encuentro, le dijeron que "la casa estaba endemoniada y que eso iba a influir en las niñas". Ella recalcó en varias ocasiones que los ritos bereberes no están incluidos en el Islam, y señaló que la solución que les ofreció fue la de escuchar de forma continua cedés con la lectura del Corán como forma de "limpiar los demonios". También les señaló que si el problema era la vivienda, que se mudaran a la de algún familiar, pero, al parecer, lo rechazaron al igual que evitar que las niñas se quedaran a solas con Benhadi. Ante esta actitud, la mediadora habló con los servicios sociales para reconocer que había fallado en su labor. De hecho, barajaron la posibilidad de viajar al norte de Marruecos, de donde son naturales, para realizar algún tipo de exorcismo. Un caso que recordaba al ocurrido en Almansa, en 1990, cuando Rosa Fernández Gonzálvez, de 11 años, fallecía a manos de su madre y de dos vecinas, quienes consideraban que estaba poseída por el espíritu de su padre.

Los Djinn están muy presentes en ambientes supersticiosos. Algunos creyentes sostienen que estos seres interactúan con los humanos en forma de robos, asesinatos o incluso en enamoramientos. De ahí que haya personas que practican exorcismos, similares a los cristianos, en los que la persona poseída se muestra muy agresiva. En el combate contra estos seres una persona recita el segundo capítulo del Corán, el Surah Al-Baqarah.

Pero ¿como era el modus operandi? La asfixia. Daba igual que Ikram Benhadi estuviera sola o en la habitación estuviera su esposo, su suegra Najma o su cuñada Soraya. Eran siempre tras darles de lactar, momento en el que, según los investigadores, se le practicaba el supuesto rito para evitar que los Djinn se introdujeran en sus cuerpos. Al parecer, les cerraba los labios, debilitando así los pulmones.

La autopsia de Marwa reveló que murió de un shock asfíctico debido a una asfixia mecánica por sofocación. Una situación que los especialistas del Instituto de Medicina Legal y de Ciencias Forenses de Aragón (Imlcfa) compararon con el fallecimiento de Sara, la primera bebé, aunque no pudieron practicarle la autopsia al llevar tres años muerta. Según sus expedientes clínicos ambas sufrieron lo mismo.

"Quiero a mis hijas, aguanté nueve meses con desmayos, vómitos y con sangrados, por lo que no puedo hacer eso"

Durante el juicio que se celebró en la Audiencia de Zaragoza en el 2016, Ikram Benhadi, calificó de "barbaridad" la acusación. "Quiero a mis hijas, aguanté nueve meses con desmayos, vómitos y con sangrados, por lo que no puedo hacer eso", llegó a afirmar.

Esta joven relató la docena de visitas al médico e ingresos hospitalarios cada vez que sus hijas enfermaban. Aseguró que las menores sufrían esos problemas desde el momento en que nacieron e incluso en el propio hospital. "Se ponían blancas, con los labios morados y vomitaban", apostilló.

La versión de Ikram Benhadi fue corroborada por todos sus familiares. Describieron varios episodios de asfixia en los que la madre no estaba presente. "Marwa tenía hambre, le dimos de comer, le cambiamos el pañal e Ikram se fue a hacer el café cuando, de repente, se empezó a amoratar y se nos murió en el centro de salud", afirmó su suegra.

Pero las sanitarias que atendieron a esas niñas cada vez que iba al hospital con ellas no pensaban lo mismo. Reconocieron que sospecharon de ella cuando vieron que el patrón de asfixia sufrido por la pequeña Sara se repetía, supuestamente, con Riham y Marwa. Les extrañó, por ejemplo, lo que hacía con unos chupetes: los metía en unas cajas vacías y después los introducía en sus bocas.

Algunas de esas crisis respiratorias se produjeron en el propio hospital cuando la madre estaba sola en la habitación. Este hecho les llamó la atención a los sanitarios, quienes llegaron a alargar motu proprio la estancia en la uci de Riham como forma de protegerla. Todas estas sospechas les llevaron a solicitar un encuentro con una trabajadora social, la instalación de cámaras de vigilancia en la habitación y a decirle que no apretara contra su pecho a los bebés. Las imágenes no confirmaron sus sospechas.

Por las dos muertes y por la tentativa la Fiscalía llegó a solicitar 55 años de cárcel, si bien el tribunal provincial que juzgó a esta joven le castigó con 18 años de prisión. Solo fue penada por el asesinato de Marwa, pese a hablar en su sentencia de la "posibilidad, incluso la probabilidad" de que cometiese los tres delitos, no hay pruebas definitivas salvo en el tercer caso. En ello incidió también el Supremo, que confirmó la pena, destacando que los informes psicológicos, antropológicos o psiquiátricos "mostraron la más absoluta incapacidad de arrojar luz clara sobre ese extremo, rodeado de un halo de misterio y alimentado por los antecedentes similares de sus dos hermanas", afirman, a la vez que resaltan que la "incógnita" sobre los motivos de la acusada al provocar la muerte de su hija no "enturbia" la certeza de que fue ella la causante.