Shkid es el título del nuevo largometraje de animación de Fernando Cortizo, director de O Apóstolo, premiado con seis premios Mestre Mateo y que estuvo nominado al Goya y preseleccionado para los Óscar. El realizador gallego toma el título de una república, secreta y ficticia, declarada en el mismo corazón del horror nazi. Sus ciudadanos eran los niños del barracón número L 417 del campo de concentración de Terezín, en la República Checa. De los 15.000 niños que habitaron este barracón, apenas sobrevivieron cien.

Para olvidarse del hambre, el frío, el desarraigo familiar, el trabajo extenuante y el miedo, estos pequeños idearon un país imaginario, que llamaron República de Shkid, en la que se ayudaban unos a otros en el día a día, y publicaron su propia revista, Vedem. "En ella, hablaban de su día a día, de sus miedos y esperanzas, escribían poemas y dibujaban de lo que querían, en un impresionante ejercicio de libertad y de creatividad", explica el director del largometraje, respaldado por la productora Armar Media y para el que ha iniciado una campaña de micromecenazgo en Verkami.

Muchos de estos textos y dibujos pervivieron a la II Guerra Mundial y vieron la luz a finales de los años sesenta en un libro. Cortizo los empleará ahora para representar la historia de estos niños en este nuevo proyecto. "La cinta contará la historia de todos los niños del campo de concentración a través de sus escritos y sus dibujos", explica.

Terezín, una antigua fortaleza del siglo XVIII con capacidad para 7.000 personas, llegó a albergar en 1942 a 53.000. Sin embargo, el ejército nazi tuvo la destreza de convertirlo en un plató para mostrar al mundo que los judíos eran respetados. Así, en junio de 1944, tras varias solicitudes internacionales, permitieron la entrada a las instalaciones de la Cruz Roja, para lo que sus responsables acabaron con el problema del hacinamiento deportando a cientos de presos, sanearon las zonas por donde pasarían los representantes de la ONG, rodaron una película mostrando las buenas condiciones del campo y montaron varias actividades culturales, entre estas, la ópera Brundibár, compuesta por Hans Krasa, y que se representó más de 50 veces en el campo. Precisamente la representación de esta pieza en Santiago en 2016, a la que asistió la superviviente Dagmar Lieblová, fue lo que puso a Cortizo en la pista de los niños de Terazín. "Me pareció increíble lo poco conocido que era y luego también que la Cruz Roja hiciese la vista gorda y redactara un informe positivo que condenó a los prisioneros porque a partir de entonces, se intensificaron las deportaciones y comenzó el exterminio. Creo que ahora, con el drama de los refugiados sirios, es el momento de recordar este horror para que no se repita y creo que la animación es la mejor vía para llegar al público, y en especial a los más jóvenes", señala.