Los periodistas colombianos no han podido venir este año al Tour. No los han dejado salir de su país donde la pandemia los sigue azotando. No se escuchan sus gritos en la meta. Ellos que estaban ya acostumbrados a ganar, y no solo etapas de montaña, sino el Tour, ¡señores, el Tour, palabras mayores! Ya no eran los narradores de las hazañas de los 'escarabajos', aquellos míticos corredores sudamericanos que subían los montes como cabras y los bajaban como caracoles. No señor. Ganaron el Tour 2019 con Egan Bernal. Por eso, este domingo, de haber habido periodistas colombianos apostados en la cima del Grand Colombier, los habrían oído llorar, lágrimas cargadas de tristeza por el hundimiento de Egan Bernal.

Era, hasta este domingo, la mayor y casi se podría decir la única amenaza para el dúo de Eslovenia, para un Primoz Roglic que tiene bien amarrado un jersey amarillo que ya es de su talla y que no piensa cederlo hasta París, y para Tadej Pogacar, que corre como héroe no solo del presente sino del futuro, un chaval de solo 21 años que ya ha logrado dos victorias, la última en el Grand Colombier, y que va segundo de la general pisándole los talones a su 'hermano mayor'.

A 7.20 minutos de Pogacar

Nada menos que 7.20 minutos perdió Bernal, no solo tocado, sino hundido en la gran cima de los montes del Jura, y ante tres etapas claves en los Alpes, a partir del martes, puesto que este lunes descansarán todos, pruebas PCR mediante, en Grenoble.

Terrible, sin más. El Tour que es un libro abierto de historia y cultura ciclista, un texto extraordinario de páginas que solo se vuelven amarillas en honor al 'maillot' del primer clasificado, recuerda poquísimas veces en las que el campeón del año anterior, el que luce con honor el dorsal número uno, se hunda de forma irremediable cuando había acudido y había anunciado que volvía a Francia para ganar, para seguir haciendo grande la leyenda de Colombia.

El libro de historia

Si se abre este libro solo se ven tres casos en los últimos 30 años. En 1991, en el gran día de Miguel Induráin en el Tourmalet camino de Val Louron, Greg Lemond sucumbió y dijo adiós a un cuarto Tour. En 1996 todavía se enrojecen los ojos, como les ocurre a los colombianos, al recordar cómo se esfumaba el sueño de un sexto Tour de Induráin. Y en el 2012 Cadel Evans explotó ante el Sky, cuando era más poderoso que ahora, tras su victoria del año anterior, porque en el 2015 Vincenzo Nibali llegó al Tour demasiado agotado tras adjudicarse el Giro. No hay más casos. No había vuelto a ocurrir, hasta este domingo, cuando a 13 kilómetros de la cima del Grand Colombier, Bernal se soltó del grupo de favoritos.

Y no hubo nada que hacer, no fue levantar el pie, respirar y volver a enlazar. No fue colocar a los gregarios, sobre todo a Michal Kwiatkowski, para que impusieran un ritmo que hiciera salvar el continente y el contenido de un Tour en llamas. Fue una crisis en toda regla, tan sorprendente como inesperada, pues si bien ya había dado muestras de mínimas flaquezas en el Macizo Central, estaba casi anunciada la reacción de Bernal en los Alpes. En Colombia ya estaban dispuestos a gritar sus gestas alpinas para que imaginariamente oyese a esa corte de periodistas que se han quedado en casa por el maldito covid-19 y las restricciones de viajes con Sudamérica. Un mazazo enorme.

Landa y Mas, con los favoritos

Porque, además, su otra gran referencia, Nairo Quintana, que parecía resucitado tras dejar el Movistar, también se vino abajo pero no de manera tan espectacular. 3.50 minutos perdió en el Grand Colombier, donde al menos el consuelo colombiano estuvo en ver como Rigo Urán y Superman López, seguían con los mejores, donde también estuvieron Mikel Landa y Enric Mas... y casi Alejandro Valverde.

Pero nadie, ni Pogacar, se explicaban qué pudo pasarle a Bernal. El ritmo asfixiante del Jumbo, quizás. Y el Tour que no conoce la palabra misericordia.