Al oeste del Mont Saint Michel Mark Cavendish engrandeció un poco más su estampa de mito del ciclismo. Volvieron las lágrimas y las emociones que Mathieu van der Poel provocó el domingo al homenajear de amarillo a su abuelo Raymond Poulidor. Era 'Cav' abrazándose con sus compañeros, Julian Alaphilippe, el primero, antes de sentarse sobre una acera de la fortificada ciudad bretona de Fougères, donde ya había ganado hace seis años, y echarse a llorar. Fue su 31ª victoria, a solo tres del récord absoluto que posee, cómo no, Eddy Merckx.

Llegaba Cavendish a la salida de Redon con cara de cabreo, como tantos y tantos compañeros de pelotón. Él se había caído el día antes, en una jornada convertida en drama. Era hora de elaborar comunicados de protesta, de retrasar un minuto la salida, de apearse en el kilómetro uno y de recorrer los primeros 10 a ritmo cicloturista, como su fueran los protagonistas de 'Verano Azul'.

Los vendajes de Roglic

Partía también, como él mismo se definía, nunca hay que perder el sentido del humor, "la momia" del Tour. La momia era Primoz Roglic con vendajes en el culo, en las piernas, en la espalda, en los brazos, vamos en todas partes del cuerpo menos en la cabeza. Y tantos y tantos damnificados por una etapa infame, maldita y hasta criminal; un día para olvidar.

Cavendish, 36 años, perro viejo, sabía que no debía malgastar fuerzas. Por un día la carretera era ancha y nadie quería liarla, ni los más salvajes, y él siempre ha sido uno de ellos, porque por algo es de la isla de Man, famosa por acoger una de las carreras de motos más peligrosas del planeta.

Y se la jugó, como tantos otros, porque el joven belga Brent van Moer, de la generación del 98, como Tadej Pogacar, decidió resistir, amargarle la fiesta a Cavendish, tanto que solo lo pudieron capturar cuando estaba a 180 metros de la meta. Horrible que te pillen cuando ya casi se puede tocar la línea de llegada con las manos. Era la otra imagen del día tras acabar la etapa, la de la desolación, la de los compañeros del Lotto belga consolando al ciclista capturado, después de haber atacado en el momento en el que acabó la protesta anticaídas. 

Cuando lo adelantó Cavendish, enfurecido, a 60 por hora, viéndose ganador de nuevo en el Tour, casi se le caen las letras publicitarias del 'maillot'. Seguro que hasta lo desestabilizó por la fuerza del viento, por la furia moviendo los pedales de un corredor que ya ha sobrepasado las 150 victorias y que en 2011 fue campeón del mundo.

La retirada

Hace un año, con el ciclismo todavía parado por la pandemia, Cavendish estaba desanimado. Ya se veía como un corredor del pasado, el que en Inglaterra era tan famoso como Brad Wiggins y Chris Froome. Quería retirarse pero Patrick Lefevere, el mánager del Deceuninck, le ofreció un contrato y hasta se lo llevó al Tour a última hora creyendo en él.

Sin caídas, con la felicidad de Cavendish, con Bretaña en el recuerdo, ya en tierras de la Loira, Enric Mas, séptimo de la general, confía en sí mismo, como nunca. "Creo que voy a hacer una buena contrarreloj aunque este año me está costando un poco más". Por ahora, no ha fallado y allí está a un segundo de Pogacar quien hoy, por qué no, puede ya vestirse con el jersey amarillo. A Cavendish, ciertamente, le da igual.