Sepp Kuss conoce como pocos las carreteras andorranas, como Alejandro Valverde cuando coge la variante sin coches de la vieja autovía que va hacia el mar mientras entrena con la pandilla en Murcia. Un día cualquiera de junio se podía ver a Kuss escalando por Beixalís, como a Jonathan Castroviejo, cuando regresó del Giro, que también se coló en la fuga que dio la victoria al ciclista estadounidense.

Por Beixalís pasaban todos, todos los 'andorranos' que iban al Tour, 50 por lo menos, y a los cicloturistas que se atrevían con la montaña los superaban hasta casi desequilibrarlos. "¡Anda, que no te lo conocías bien!", entre sonrisas y feliz se lo dice a Kuss en la meta de Andorra la Vella, porque si se le conoce bien se sabe que Valverde estaba contento, porque él disfruta viéndose delante, escuchando a centenares de personas que gritan su nombre mientras persigue a Kuss. Y le gusta. "Me he tenido que esforzar porque venías por detrás", le agradece el ciclista estadounidense. Hablan en castellano y Kuss lo entiende, el mismo ciclista que vive en Andorra pero que muchas veces coge la bici y se va a ver a su novia de Girona.

El frío de los Alpes

Valverde nunca se había ido del Tour, aunque no se le viese por los lugares de honor por los que le gusta circular. Camino de Le Grand Bornand, el día de la gran exhibición de Tadej Pogacar (en Andorra, sin cambios en la general), también se coló como este domingo en la fuga buena, pero el frío, ¡madre mía qué frío! lo dejó fuera de combate. Temblaba y solo quería bajar al coche a por ropa de invierno, a llegar a la meta como fuera. Valverde ama el calor, disfruta con el tiempo de su Murcia del alma, hasta el punto de que un día pensó y hasta estudió instalarse como tantos otros en Andorra. Pero, no, se quedó en Murcia, con los suyos, para salir cada día con la flor y nata de los cicloturistas murcianos, porque él quería y deseaba que su grupo pagase cada día el impuesto de verse atacado por Valverde.

Y en Tignes, el día del gran castañazo de Enric Mas, solo pensó en estar al lado del ciclista mallorquín, para decirle que las heridas por la caída no dolían y que aguantase entre los grandes, tal como hizo este domingo, no sin mucho esfuerzo, en las cuestas de Beixalís, que Mas conoce de memoria porque él también vive en Andorra.

Qué distinto habría sido todo si Valverde no tuviese 41 años. Y es que el ciclismo y tantas cosas no se ven igual con los ojos de un cuarentón que de un chaval de 26 años como es Kuss, que apuraba en cada curva. Y Valverde lo empezó a hacer mientras lo perseguía, como segundo de la etapa, puesto en el que acabó, tras dejar al resto de fugados, después de que el estadounidense, allí donde sabía que Beixalís se endurecía, soltase al 'Bala'. Pero cuando vio más cerca el prado que el asfalto, Valverde recordó la edad que tiene y los cinco hijos. "Tuve un apuro en una curva y pensé que era más importante no caer que ganar la etapa. Podía haberme hecho mucho daño".

Bajó hacia La Massana con precaución pero Kuss, casi medio minuto por delante, ya solo podía regocijarse con la victoria para que Valverde fuera segundo, como le pasó a Ion Izagirre en Le Grand Bornand o a Imanol Erviti en Nîmes. Algún día llegará una victoria de etapa. "Seguiremos luchando hasta el final", fue la última promesa de Valverde y mientras ese ciclista al que llamaban 'El Imbatido' hace 20 años siga dando guerra no habrá que perder la fe.