El viento influye como un rival o un aliado en una carrera ciclista. Había nervios en la salida de la segunda etapa del Tour. Todos los directores habían madrugado temprano, como el sol de Dinamarca, y todos andaban apuntando los datos que les pasaban sus meteorólogos personales. Quienes solo iban a pasar por el puente del Gran Belt, 18 kilómetros entre el mar Báltico y el del Norte, sabiendo que era territorio comanche para ellos respiraban tranquilos. El aire soplaría de cara. Adiós a una ofensiva en toda regla. Adiós a sufrir más de la cuenta en la segunda etapa que todavía queda un mundo con toda Francia por atravesar.

Respiraban tranquilos los ciclistas del Movistar porque ellos están hechos para la montaña y no para puentes y carreteras extrañas. Habían ido con demasiada cautela en la contrarreloj inicial de Copenhague porque primó más la moderación, o sea no irse al suelo, que apurar y arriesgar como hicieron el resto. Sabrán lo que hacen.

Y soplaban, quizá más que el viento sobre un puente que no fue maldito, porque sabían que allí tenían mucho que perder y nada que ganar. Por allí anduvo Enric Mas perfectamente protegido por ImanolErviti, Nelson Oliveira y Albert Torres. Hasta pudo estar más pendiente de los parches que lleva en el brazo. Si alguien se fija por televisión, cuando lo enfocan, verá que el ciclista mallorquín lleva unos pequeños vendajes blancos en los codos. No es que se haya caído sino que se trata de unos parches que van tomando la temperatura del cuerpo para luego controlar temas como la deshidratación sufrida durante una etapa. El ciclismo no solo avanza a ritmo de los pedales sino de la ciencia.

Hubo caídas pero la principal, la más llamativa, se produjo cuando los ciclistas ya habían salido del puente y, afortunadamente para todos ellos, estaban en la zona de protección, porque si te caes o te cortas en los últimos tres kilómetros, excepto en las etapas de montaña, se te da el mismo tiempo que el ganador, este sábado Fabio Jakobsen, el ciclista que volvió a la vida tras la brutal caída sufrida en la Vuelta a Polonia en agosto de 2020. Por aquí anda también Dylan Groenewegen -octavo en el esprint- el corredor que lo tumbó con una maniobra impresentable y lo envío a la UCI, y no precisamente la federación internacional, meses de recuperación, intervenciones quirúrgicas... un drama.

Todos cortados

No hubo líder que no se cortada, desde Mas hasta Tadej Pogacar, que además pinchó la rueda trasera. Pero para ellos rezagarse por culpa de la caída fue casi un respiro, una relajación para olvidarse de los peligros que siempre entraña un esprint y llegar a la meta casi a ritmo cicloturista para disfrutar del increíble ambiente que está acompañando al Tour en esta visita danesa que finaliza este domingo ya muy cerca de la frontera alemana.

Dos días de Tour y dos victorias del conjunto Quick Step, que está amortizando la tremenda decepción que supuso para ellos tener que afrontar el Tour sin Julian Alaphilippe, el héroe de todos los franceses que aman el ciclismo. No se pudo recuperar de la grave caída sufrida en la Lieja-Bastoña-Lieja y tuvo que renunciar a la carrera que más le entusiasma. El viernes ganaron de forma sorprendente la contrarreloj con Yves Lampaert, que se fue al suelo en el puente, y este sábado con Jakobsen.

Y fue también la segunda etapa danesa la que sirvió a Wout van Aert, el ciclista (casi) perfecto para vestirse por primera vez de amarillo en el Tour, gracias a las bonificaciones y a su segunda plaza en Nyborg. Van Aert es de esos ciclistas que si no existieran habría que inventarlos y a los que hay que amar más allá de la bandera que representan.

Si subiese montañas ya sería una especie de Pogacar y casi un Eddy Merckx en esencia entre barro, clásicas y victorias de etapa. Un genio ciento por ciento.