Charlton House, una lujosa mansión situada en Greenwich, cerca de Londres, hoy alberga a un importante edificio de oficinas. Usada durante la Primera Guerra Mundial como hospital, acogió años más tarde entre sus paredes una granja de conejos. Lo curioso es que, aunque ninguno de sus actuales empleados lo sabía, todos firmaron un documento exigiendo a la dirección un mayor control y eficacia de la empresa contratada para la desratización de los despachos. ¿El motivo? Veían diariamente aparecer conejos corriendo por los mismos que desaparecían entre las cajas y armarios. Tras realizar los trabajos de fumigación, la empresa certificó que jamás encontró ni rastro de uno solo.

Otras famosas apariciones las protagonizan los caballos. Es normal. Estos animales siempre han acompañado al hombre. De hecho, durante la época medieval era habitual matarlos y enterrarlos junto a sus dueños cuando estos morían.

En Nueva York no faltan los que aseguran haber visto por las orillas del río Hudson a distintos personajes históricos montando sobre sus caballos. El General Anthony Wayne, un héroe de la Guerra de la Independencia, es uno de ellos. Sin embargo, el tema de los equinos da para más. Aseguran que en la antigua estación del Pony Express en Kansas, muchas noches sigue escuchándose el ruido de los cascos de estos cuando salían velozmente a realizar los repartos.

En el caso de los perros y de los gatos las apariciones son también continuas. La más famosa es la leyenda del gato del Capitolio de Washington, al que solo es posible ver antes de las grandes catástrofes. Fotografiado durante la caída de la bolsa en 1929, también apareció los días previos al asesinato de Kennedy o justo antes del atentado de las torres gemelas.

¿Realidad o superstición? En cualquier caso, ¿quién no ha creído volver a oír a su perro o su gato ladrar o maullar los días posteriores a su muerte? Igual debe ocurrirles a los animales. Por eso, cuando sus dueños faltan, se quedan viviendo junto a su tumba o en la puerta del hospital donde por última vez les vieron entrar. Quizá, simplemente lo hacen esperando a que salgan o, quizá, porque, en realidad, los sienten, presienten e, incluso, los ven.