La invasión pacífica de algunos turistas cosmopolitas venidos de Francia, huyendo de la primera gran guerra, trajo consigo un estilo distinto, luminoso y fresco, también sofisticado y alegre, el estilo provenzal.

En Pollença, provenzal y mallorquín han acabado mezclándose con naturalidad. Hoy se lo mostramos a través de la casa restaurada y decorada por la reputada decoradora francesa Marie Gruere, con casas en la zona desde hace más de treinta años que han inspirado a muchas otras.

Con naturalidad, porque Marie imagina sus casas muy luminosas con un ambiente provenzal sí, pero guardando el espíritu pollençí, que no quiere perder su encanto, a pesar de todos los impedimentos que la administración interpone sin demasiado sentido.

Desde la firma de compra de esta casa en ruinas ya se habían elegido los suelos, ya sabían cómo sería finalmente, pero hubo que esperar increíblemente entre la compra y un año de trabajos entre tres o cuatro años, que es lo que tarda una casa en Pollença en tomar vida. Finalmente Marie Gruere consiguió doblar la superficie de la casa.

Se intuye desde la entrada donde se situaron los baños de invitados y un despacho donde destaca una cama fabricada en Pollença hace cuarenta años y que hoy sirve de elegante banqueta. Le sigue un espacio amplio de salón con chimenea a la provenzal y la cocina separada del comedor por un mueble biblioteca creado por la propietaria. Al fondo, el jardín con una perspectiva perfecta, conseguida por una visual lineal que acaba en una terraza que guarda los depósitos de agua. A su derecha, la piscina se rodea de palmeras Washintonias y de agapantos distribuidos de manera estudiada para que el aire y la luz circulen proporcionando belleza y paz.

La escalera original conduce a la primera planta. La rampa fue difícil de realizar porque se quería algo muy ligero que además debía ser aceptado en el fin de obra. En el techo un cristal claro para dar luz al pasillo que conduce a los dormitorios sin romper el espacio.

Tres habitaciones, dos en suite, con una importante elección de materiales y ventanas con doble vitral contra el ruido y para economizar energía se impusieron con acierto para conseguir la paz deseada incluso en esa zona del Calvario, tranquila de por sí.

Se quiso que cada habitación tuviera una personalidad propia. La mayor sigue la tendencia del rojo con cortinas de toile de jouy, ropa de cama con cordonería fabricada por el tapicera de la casa. En otra de las habitaciones manda el azul y de él recibe su nombre, otra en cambio es llamada la habitación malva porque el cabezal de la cama es de ese color y junto con el espejo se creó en Mestre Paco.

Todos los muebles de la casa fueron ´chinés´, restaurados y pintados al gusto de los propietarios, que además optaron por combinarlos con multitud de espejos para dar luz y espacio a las estancias. Canapés de Ikea mezclados con tumbonas de Mestre Paco, una mesa de comedor del siglo XVIII comprada hace treinta años patinada en blanco vive una segunda juventud junto a muebles más contemporáneos adquiridos en la tienda de Penélope de Casa Nativa Madrid. Las arañas que cuelgan de los techos vienen de París. Como no.

Esteban Mercer