La reforma y el interiorismo que hoy les mostramos de un dúplex en una finca plurifamiliar en el centro de Palma muestra cómo puede convertirse en actual un espacio obsoleto propio de las arquitecturas de los años setenta que pueblan las ciudades, signo de un desarrollismo pero también de una vanguardia quizás hoy poco comprendida.

Lo que es seguro es que la arquitectura de los años setenta y también la de los ochenta han deparado a la arquitectura contemporánea y a la modernidad un sinnúmero de propuestas y de revisiones que hoy se resuelven en espacios como el que proponen la arquitecto Catalina Mestre

Este dúplex situado en la planta ático, en cantonada, dispone de una planta baja con una terraza orientada a Tramontana y una planta piso con acceso a una inmensa terraza con vistas a la catedral. Por tanto, hay que deducir que la situación y sus características ya ofrecían una garantía estética añadida que se podía y debía aprovechar. Un lujo en pleno centro del que nacía un edificio construido durante el desarrollo de la ciudad. En la planta baja se distribuyeron el recibidor, la sala comedor, un distribuidor, una habitación doble y otra individual y baños en suite mientras que en la planta piso se habilitó una lavandería vinculada a una pequeña terraza de servicio, tan ecológica, y tan olvidada hoy, cuando secar la ropa blanca al sol ha pasado casi a la historia.

En esta planta, además de un baño, se creó una biblioteca estudio que da a la enorme terraza. Un espacio para el disfrute. Al tratarse de un edificio en cantonada, la vivienda dispone de una gran superficie de fachada que aparte de las dos terrazas es garantía de luz. Desde los años setenta se habían hecho algunas obras de reparación o mejora pero tanto las instalaciones como los acabados necesitaban una revisión profunda.

En la distribución originaria tenía un total de cinco habitaciones de las cuales el nuevo propietario necesitaba tres. Esto permitió desfragmentar los espacios y hacer una revisión formal de las áreas de distribución que se caracterizaban por tener unas formas irregulares que contribuían a dar sensación de espacio angosto en un piso de amplias dimensiones. Con la reforma en la planta baja desde el recibidor se enfila hacia un pasadizo que lleva a la cocina y se abre a la sala comedor con acceso a la terraza que durante las épocas cálidas se convierte en un estar al aire libre.

El volumen de la escalera muerde el comedor. Se ha tratado con un color diferenciado. En él está la puerta que da acceso al distribuidor de la zona de noche. Para regularizar este espacio en su nueva forma, se optó por aprovechar la amplitud disponible ejecutando una estantería de obra.

La cocina de dimensiones generosas y con doble circulación da a entender que una de las mayores aficiones del propietario es cocinar. Así que se planteó un espacio funcional donde cada elemento tiene su propio espacio. La iluminación es austera, coherente con el planteamiento inicial. Una base sólida con la que la persona que habita un lugar se identifique garantiza que las cosas que acaban invadiendo la casa acabarán encontrando su lugar.