Una casa rural en El Cabo de Barbaria, en Formentera, es el núcleo de este proyecto que firma el arquitecto Marià Castelló. Se trata de una antigua finca situada en una parcela rústica de 19.060 m2 junto a un pequeño bosque de pinos y sabinas. Es una casa sencilla y reducida, típica de la arquitectura popular agrícola de la isla entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX, con cubierta de teja inclinada a dos aguas y muros de piedra seca. La misión del arquitecto era ampliar la vivienda preexistente desvirtuándola lo menos posible y con el menor impacto en su frágil entorno.

Castelló optó por crear nuevos volúmenes fragmentados con planta y sótano que no siguen una disposición en ángulo recto y se adaptan al terreno. Mantuvo intactas las fachadas más características de la casa payesa (la sudeste y la noroeste, donde se encontraban todas las aberturas originales). Los testeros que en origen eran ciegos se aprovechan para conectarla con los nuevos volúmenes, y en ellos se han realizado nuevas aberturas para captar mejor la luz natural.

El acceso principal a la casa se mantiene, pero la nueva vivienda da la espalda al camino con el que limita la parcela por ese lado, que es muy transitado. Así, la ampliación busca las mejores vistas hacia el noroeste, desde donde se divisa el islote de Es Vedrà, en la vecina Ibiza.

Las estancias de carácter público (estar, comedor, cocina y terrazas) se mantienen en la casa original, mientras que en la ampliación se concentran cuatro dormitorios con baño y los recintos técnicos, que se han situado en el sótano.

El arquitecto destaca la conexión visual ente los nuevos módulos y la vivienda tradicional, "un contacto sutil que ayuda a aclarar los límites de cada edificación". Los intersticios transversales se reproducen en el sótano, donde dan lugar a patios de iluminación y ventilación.