El horror de detalles poco conocidos de Auschwitz en El hijo de Saúl y el temor irracional a la soledad en The Lobster son los temas de dos filmes difíciles y profundos que convencieron ayer en su presentación en Cannes dentro de la competición oficial.

Por un lado, la vida en el campo de concentración de Auschwitz de prisioneros que pertenecían al Sonderkommando, un grupo que tenía que ayudar a los nazis en su labor de exterminio limpiando las cámaras de gas, deshaciéndose de las ropas de los muertos o transportando los cadáveres a las fosas comunes. Una tremenda ópera prima del húngaro László Nemes, que cuenta una historia brutal, la de uno de los miembros de este comando que cree descubrir a su hijo entre los muertos y que se obsesiona con darle un enterramiento que siga los preceptos judíos.

El segundo largometraje a competición del día fue The Lobster, del siempre complejo e intenso realizador griego Yorgos Lanthimos, que recibió fuertes aplausos en su primera proyección.