"España es un país de porteras", recoge una célebre frase que se le atribuye al malogrado Miguel Boyer. El exministro de Economía del PSOE la soltó -inspirado en alguien que la había dicho antes- abrumado por el interés creciente que despertaba a finales de los años ochenta su relación con Isabel Preysler. Quizás no iba desencaminado a juzgar por el éxito creciente de la docurrealidad o, si se prefiere, los realities en España. En resumen: el gusto cada vez mayor por marujear en las vidas ajenas.

Pero no hablamos de esos programas al estilo Gran hermano o La isla -que también tienen mucha aceptación-, en los que un puñado de personas, anónimas o con cierta fama, pasan juntas una temporada mientras las cámaras les graban noche y día. Sino los de verdad: los que consisten en que el famoso de turno se deje seguir a todas horas por las cámaras en su vida real. Esto es: al levantarse, desayunar, salir a la calle, quedar con los amigos, ir a la peluquería o al trabajo, comprar el periódico... Este formato es algo nuevo en España, pero engancha y mucho a los telespectadores.

La sensación de la temporada son, por si alguien no se había dado cuenta, las Campos. La madre, María Teresa, y sus hijas Terelu y Carmen, con Edmundo Arrocet (Bigote) de secundario de lujo, llevan unas cuantas semanas en el candelero con su programa.

Ha sido inevitable la comparación y muchos ya las apodan las Camposdashian, en referencia a la dinastía familiar que reina al otro lado del charco en la televisión estadounidense: las Kardashian. Éstas llevan unos cuantos años con su programa Keeping up with the Kardashians, y no lo hacen nada mal a juzgar por su continuidad y su creciente fama planetaria.

Lo que logren las Campos en España está por ver. De momento, no van mal encaminadas y en unos pocos programas han superado el éxito que tuvieron Alaska y Mario Vaquerizo, los pioneros patrios en esto de dejarse grabar hasta en la cama. El de la pareja fue muy celebrado y aplaudido, pero quizás el haber elegido una cadena de pago les restó difusión.

Un hueco en la parrilla televisiva es lo que busca, por lo visto, Ana Obregón, dispuesta a plantar cara a las Campos y evitar que éstas se coman toda la tostada de la docurrealidad española. Algo pasa con Ana es su reality, recién presentad, en el que la famosa bióloga (y actriz, y cantante, y presentadora de televisión, y socialité...) está dispuesta a enseñar sin límites (el baño y su familia sonlos únicos) su vida cotidiana a todo el que la quiera seguir. Como ganchos, su ex más famoso, el siempre controvertido Alejandro Lecquio, y su hijo Alex. A este último ha sido difícil convencerlo, pero su madre ha logrado que se deje ver de vez en cuando con ella. Lo cierto es que la Obregón es quizás la única capaz de frenar a las Camposdashian en su camino a la fama. De momento, en la presentación que tuvo lugar en el Festival de Vitoria ya soltó alguna perla que dejó a su potencial público con ganas.

Con las mismas que está el presentador Jorge Javier. No contento con pasarse en el Sálvame unas cuantas horas al día en directo, no ha tenido reparos en confesar que le "encantaría" tener un reality como las Campos. Todo se andará.

Y siempre está el polo opuesto. En este caso ejemplificado en Sara Carbonero. "Para mí es un riesgo porque es hablar de tu vida y yo no me veo", se despachó la presentadora esta semana cuando le preguntaron si se atrevería con un formato como el de las Campos. Se ve que ya va servida con los paparazzi que tiene constantemente detrás. Eso sí, "donde dije digo, digo Diego", reza un refrán que le va como anillo al dedo. Aunque las cámaras no vayan a retransmitir su vida, ya lo hace ella constantemente en las redes sociales, subiendo fotos de su día a día, familia incluida. Por el momento, la docurrealidad se hace hueco en la televisión española.