Cuatro películas y una novela después, el realizador Daniel Sánchez Arévalo ha regresado al universo del cortometraje con Cheimaphobia, estrenado ayer en la 61ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), donde reconoce que la escritura le ha ayudado a ser "mejor cineasta".

Cheimaphobia, el pánico a todo lo relacionado con el frío, es fruto de la "primera inmersión audiovisual" de su novela La isla de Alice, finalista del Premio Planeta 2015, en este caso un pasaje donde una niña ayuda a su madre a superar el dolor de una pérdida, la muerte de su esposo y padre de la menor. "Me gustan las historias cortas, breves y contarlas", explicó ayer al justificar su predilección por el cortometraje "un formato válido en sí mismo" y que en ningún caso concibe como "un paso para llegar al largometraje". La esencia de ese formato audiovisual, continuó, "es contar mucho con pocos elementos: no me gustan los cortometrajes con espíritu de largometraje".

Sánchez Arévalo reconoce que tiene en mente la adaptación audiovisual de La isla de Alice al cine o en televisión a través de una serie que considera más factible, ya que calcula seis horas de duración.