Si en los años 90 los habitantes del pequeño pueblo de Saint-Rémy, en la Provenza francesa, acogían como una más a la Princesa Carolina de Mónaco (1957), dispuesta a criar allí a sus tres hijos tras enviudar de Stéfano Casiraghi, casi 30 años después los de Barbizon hacen lo mismo con su hija Carlota (1986), que se ha refugiado en este idílico rincón francés (a hora y media de París y fronterizo con el bosque de Fontainebleau) con su primogénito Raphaël.

Vidas paralelas se puede decir las que exhiben madre e hija, a las que siempre se compara por su belleza, elegancia y estilo. La conclusión es que en cuanto a imagen Carlota es una aventajada alumna de Carolina y de su abuela materna, la glamurosa Grace Kelly: ambas han contado con una digna sucesora en palacio y en los actos oficiales monegascos.

En cuestiones sentimentales, Carlota va también por el mismo camino, aunque muchos piensan que la hija ha perdido algunos enteros respecto a su madre por las parejas que elige (poco glamour y ningún título) y porque lleva una vida, por decirlo de alguna manera, más disipada. Carolina siempre ha tenido a sus hijos bajo el manto del matrimonio: con Casiraghi tuvo tres (Andrea, Carlota y Pierre) y con Ernesto de Hannover (casada desde 1999, aunque ahora separada) a su benjamina Alejandra. Sin embargo, Carlota cría a su hijo soltera, tras una relación fracasada con el padre, el actor francés Gad Elmaleh, con el que no pasó por el altar.

Reclusión

Quizás haber enlazado un fracaso sentimental tras otro haya movido a la joven princesa monegasca a recluirse en el elitista Barbizon, meca de los pintores preimpresionistas en el XIX, al que acudían cautivados por los colores de su paisaje en primavera y verano. Tras romper con Elmaleh, la princesa se unió al cineasta italiano Lamberto Sanfelice, pero éste le duró un suspiro, aunque lo justo para haberse incluso instalado en Roma. Le salió mal la aventura y ha regresado a Francia, cerca de Fontainebleau, donde creció y se educó en la adolescencia cuando su madre se casó con Ernesto de Hannover tras pasar la infancia en el pequeño Saint-Rémy.

Hasta la Provenza le llevó su madre junto a sus hermanos cuando tenía cuatro años. Carolina de Mónaco buscó en el campo la tranquilidad y el sosiego necesarios para asimilar la muerte de su marido en 1990, con el que mantenía una relación estable y feliz, al menos de puertas afuera, que había llevado la dicha a palacio y al soberano de entonces, su padre Rainiero. Este buscó en sus nietos el bálsamo para las heridas que le había dejado la prematura muerte, en accidente de tráfico, de su amada Gracia en 1982.

En una bonita casa de estilo provenzal, a las afueras de Saint-Rémy, se instaló Carolina con sus hijos y, ocasionalmente, con Vicent Lindon, actor francés que hizo de padre de los tres pequeños y que mantuvo un romance con la princesa. De aquellos años quedan abundantes fotos de la familia paseando por el bonito pueblo de casas de piedra y ventanas azules, disfrutando en sus terrazas, comprando fruta y verduras en su mercado, cultivando la huerta...

Allí pasó Carolina una enfermedad de la que poco trascendió, pero que fue visible en su aspecto, que ocultó con pañuelos en la cabeza. Eso sí, nunca perdió el estilo y la elegancia.

Y en medio de la tranquilidad de Saint Rémy -a poco menos de tres horas de Mónaco, lo que le permitió ejercer de primera dama del Principado cuando su padre se lo pedía- recibió en 1992 la noticia de que la Santa Sede anulaba su primer matrimonio con Philippe Junnot. La boda con este conocido playboy a los 21 años fue un disgusto gordo, pero el único, que la joven Carolina llevó a palacio. Para dar el espectáculo continuo ya estaba su hermana pequeña, Estefanía, a quien ninguno de sus hijos ni de sus sobrinos -por díscolos que sean- le llegan a la suela del zapato en cuanto a amoríos.

'Playboy'

Si en 1992 Carolina recibía, al fin, una buena noticia con la anulación de la boda con Junnot -un playboy, sí, pero elegante y de buen porte que nunca le ha dado problemas-, al año siguiente le llegaba otra: el Vaticano reconocía como legítimos a sus tres hijos con Casiraghi, lo que permitió a estos ingresar en la línea de sucesión al trono. Así las cosas, al poco dejó Saint-Rémy y a Vincent Lindon y se entregó con renovadas fuerzas a su papel de primera dama hasta que Hannover la conquistó.

De Carlota por Barbizon pocas fotos se han difundido, aunque se conoce que lleva al pequeño Raphaël a un jardín de infancia del lugar y se dedica a pasear y a hacer las compras en las tiendas del pueblo (¡Hola!, dixit).

Cuentan que la hija de Carolina es aficionada a la filosofía, así que quizás busque en los libros la respuesta a por qué encadena un fracaso sentimental tras otro. Si no, siempre le quedará París... a hora y media.