El francés Robert Guédiguian lleva treinta años volcando su compromiso político en el cine y el último ejemplo es La villa, una historia familiar con la inmigración de fondo con la que compite en la Mostra y que es una película sólida pero que no ha sorprendido en Venecia.

"Creo que estamos en una época con tendencia a rechazar o a considerar como obsoletas una serie de ideas y de concepción de ideas. Todo lo que hizo el movimiento obrero en el siglo XX lo consideramos como algo desfasado y creemos que hoy las cosas solo funcionan de forma individual", explicó el realizador.

Junto a él, el grupo de actores que le acompaña desde el comienzo de su carrera: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan y Jacques Boudet, a quienes se unen en esta película intérpretes más jóvenes como Anaïs Demoustier, Yann Trégouët o Robinson Stévenin.

La premisa es sencilla. Un anciano (Boudet) queda paralizado tras un infarto. Sus tres hijos (Ascaride, Darrousin y Meylan) se reúnen en su casa, en un diminuto pueblo de la costa francesa que el patriarca se negó siempre a abandonar como una forma de rebelión contra la globalización.