Manuel Martín Cuenca, director de impactantes títulos como La mitad de Óscar y Canibal, con la que ya compitió en el Festival de San Sebastián en 2013, presenta ahora su sexto largometraje, El autor, protagonizada por el ferrolano Javier Gutiérrez y donde el realizador ha optado por bajar un poco la intensidad. "Necesitaba un poco de aire", confesó ayer durante la presentación del filme.

"Es una opción personal", asegura. Primero, porque "odia repetirse", pero también porque quería "transitar otros caminos"; de la tremenda Caníbal, o la no menos impactante La mitad de Óscar, a la ironía que destila El autor, hay un mundo de decisiones personales.

El director, que presentó ayer su película a competición por la Concha de Oro en la Sección Oficial, viene de ganar el premio de la crítica en el Festival de Toronto. "No me he planteado hacer una peli comercial, pero si una película donde aflojara un poco, un poco mas light. Necesitaba un poco de respiración", sostiene.

Basada en el relato de Javier Cercas El móvil, la película plantea un juego extremo entre la relación de un escritor y sus personajes. "Me gustó de la novela esa pulsión de querer hacer algo grande, pero no tener talento", algo que ya hizo Flaubert en Bouvard y Pecuchet, dos idiotas que quieren ser buenos en todo". "Me interesó hablar de todo esto pero sin tomarlo muy en serio, porque ya hay muchas películas sobre el proceso de creación contado desde el tormento, la gloria, o lo que uno abandona por el arte", sostiene y reconoce, inventando una palabra, que esta película es una "autosátira", porque se ríe de sí mismo como autor. "Todas esas angustias, locuras y necedades que hemos sufrido todos los creadores; me siento un poco Álvaro"

Y este "pobre" hombre, que es el ferrolano Javier Gutiérrez, se va nutriendo de la vida de sus vecinos hasta que la realidad se convierte en su mejor obra. "Para nada, yo no le veo como un pobre hombre. Al revés, hay que ser muy valiente para dejarlo absolutamente todo por lograr una meta", apunta el actor, que duplica su presencia este año en el Zinemaldia puesto que también protagoniza la primera serie de televisión a concurso, Vergüenza.

Álvaro, el protagonista al que da vida Gutiérrez, es un aspirante que sabe que no tiene talento para escribir pero sí para manipular a los demás. A partir de su cambio de domicilio, Álvaro decide que sus vecinos, los actores mexicanos Adriana Paz y Tenoch Huerta, la portera, Adelfa Calvo, y el jubilado Rafa Montero, o mejor dicho sus vidas, serán personajes vivientes.

Manipulaciones, intrigas y humor, todo ello envuelto en la fina ironía del director, hacen de El autor una sátira del proceso creativo, que Cercas inventó desde la intelectualidad y Martín Cuenca ha hecho suyo con imágenes.

"Una película es una película, y una novela, una novela", dice Cercas, excusándose por la obviedad, pero aclara que lo que ha hecho Martin Cuenca es una interpretación que le parece "muy interesante". Destaca la capacidad de novela y película de "ser una sátira del proceso creativo, y del escritor" sin olvidar "lo heróico de este tipo que, en el fondo, lo único que busca es satisfacer su vocación, no le importa si es bueno o no. Para eso hay que ser valiente, y es capaz de las mayores barbaridades por lograrlo. Eso es extraordinario".

"Yo le respeto, intenta ser feliz aunque lo que haga sea una mierda; pero al final, es escritor", abunda Martín Cuenca.

La película incorpora una "joya" que, para el director, es la clave: un gran decorado que simula el patio de vecinos donde se producen las escenas más memorables, un juego de sombras que traducen la acción en unas preciosas secuencias en blanco y negro.

"No hay efectos digitales", afirma, una especie de homenaje a Segundo Txomón, "a los pioneros, donde lo onírico -que es algo muy diferente a lo virtual, advierte Martín Cuenca- nos engancha a nuestro pasado, es una ficción dentro de la ficción. Busco llevar al espectador a dudar si es imaginación o está pasando".

Martín Cuenca se ríe para confesar que ésta es su primera película con final feliz, tanto que acaba en el paraíso. Y no dice más, porque odia que el espectador sepa demasiado de la obra antes de verla.