El recién fallecido empresario Pierre Bergé no ha visto su sueño convertido en realidad, pero al atravesar las puertas del nuevo Museo Yves Saint Laurent de París, que abre hoy, se siente la presencia casi mítica tanto de él como del creador francés, su pareja durante décadas. La sede de la fundación ha sido reconvertida en el museo que permitirá al público conocer de forma permanente la obra de Saint Laurent en el mismo edificio donde él la concibió, aunque las cerca de mil siluetas que alberga irán rotando en exposiciones de seis meses por las delicadas exigencias de conservación de las prendas.

Este y el Museo Yves Saint Laurent de Marrakech, que se inaugura en octubre, son el trabajo de la vida de dos hombres, pero también el logro de varias generaciones de mujeres para las que ponerse un pantalón o vestir una chaqueta es un gesto tan cotidiano que olvidan que fue idea de un rebelde modista francés. "Chanel liberó a la mujer, lo que me permitió años más tarde darles poder y, en cierta forma, liberar la moda", estimaba el creador.

En la reconstrucción se han mantenido intactos el salón de recepción, donde las clientas esperaban para probarse los diseños, y el estudio del artista en la primera planta, que se expone por primera vez al público. Sus libros, fotografías y dibujos han quedado sobre la mesa, congelados en el tiempo, junto a las tijeras de Paule, su asistenta, el plato de su perro Moujik, y la llamada biblia, el archivo en el que el diseñador anotaba todas las indicaciones necesarias para dar forma a la prenda.

En la apertura del museo, piezas icónicas como la sahariana, el esmoquin y los pantalones de talle alto permitirán al visitante ver cómo concebía una colección de alta costura o el gran bagaje cultural de un artista que convirtió en ropa obras de Mondrian, Picasso o Matisse, y revisó toda la historia de la moda, desde la antigua Roma a los inicios del siglo XX.

Cada centímetro de pared del palacete que en 1974 se convirtió en la sede de la casa de costura Saint Laurent, en el 5 de la Avenida Marceau, guarda un recuerdo de los 55 años de historia de la maison, construida gracias al talento artístico del francés y el empeño de Pierre Bergé, que supo dirigir y contener los difíciles estados de ánimo del creador. Pero la visión fue mutua. Saint Laurent vio en sus diseños el futuro cuando, en 1964, se dispuso a guardar el prototipo de cada una de sus creaciones, ese número cero que las casas de moda solían regalar a las modelos o incluso venderlo. En un primer momento fue el deseo de dar forma a un patrimonio personal lo que motivó el cuidadoso almacenamiento, aunque años más tarde, en 1984, la M, de museo, empezó a quedar grabada en estas creaciones originales. "Me gustaría que en 100 años la gente estudiara mis diseños", había dicho el modista a Bergé.

El resultado, tres décadas después, toma forma en el que es además el primer centro de moda monográfico que recibe la etiqueta de Museo de Francia, lo que garantiza que las cerca de 35.000 obras que guarda, incluyendo vestidos, accesorios, dibujos y otros objetos, no pueden ser vendidas.

"Pensar que la moda un día sería estudiada como arte y esa sistematización de guardar los prototipos fue un acto visionario que supone hoy la particularidad de la maison. Chanel y Dior se ven ahora obligadas a comprar sus creaciones a clientas para recuperar su legado", explicó ayer la directora de la colección, Aurélie Samuel.