En la pintoresca ciudad inglesa de Windsor, a unos pasos del imponente castillo donde a la reina Isabel II le gusta pasar sus fines de semana, una decena de sintecho se protegen del frío con cartones. Pero a solo cuatro meses y medio de la boda del príncipe Enrique con su prometida estadounidense Meghan Markle en la capilla gótica del castillo, la voluntad de las autoridades locales de despejar el lugar suscita la indignación.

En un correo enviado al jefe de la policía local, el dirigente conservador del ayuntamiento de Windsor y Maidenhead, Simon Dudley, insta a actuar a la policía. "Es cada vez más inquietante ver la cantidad de bolsas y de desechos que estos mendigos acumulan en nuestras aceras", escribe el representante, que denuncia también una "mendicidad agresiva". "Esta situación hace que una hermosa ciudad aparezca bajo una luz desfavorable" cuando "el interés turístico del lugar va a multiplicarse ante la llegada del enlace real en mayo", lamenta. Estas declaraciones son especialmente chocantes a ojos de Murphy James, responsable de una asociación local de ayuda a los sintecho, porque Guillermo y Enrique están comprometidos desde hace tiempo en la defensa de estas personas.