En abril de 2016, la cineasta María Augusta Ramos decidió filmar durante dos semanas los nubarrones políticos que se cernían sobre Dilma Rousseff. Ignoraba que acabaría rodando un documental exclusivo sobre el impeachment de la presidenta brasileña, tal y como lo vivió su defensa. El proceso fue presentado ayer en el festival de cine de Berlín, en el mismo lugar donde el año pasado varios cineastas brasileños alertaron de la "amenaza" que suponía para la cultura el gobierno del conservador Michel Temer, meses después de que este tomara el relevo de Rousseff.

Unas 300 personalidades del séptimo arte brasileño pidieron entonces en una declaración el apoyo del cine internacional, de la misma forma que unos meses atrás el equipo de la película brasileña Aquarius, dirigida por Kleber Mendonça, había denunciado en la alfombra roja del Festival de Cannes "un golpe de Estado".

La cinta de Ramos ilustra cómo el equipo que defendió a Rousseff, acusada principalmente de alterar las cuentas públicas, preparó su estrategia y luchó hasta el final, pese a ser cada vez más consciente de que la destitución, promovida por la oposición, sería inevitable.

Sin voz en off ni entrevistas, la cinta de más de dos horas de duración muestra además las conversaciones en los pasillos, los cruces entre responsables políticos, así como los momentos de tensión entre bastidores y en las calles, síntoma de la polarización de los brasileños.

Artífices de la defensa ante la comisión especial que condujo el impeachment, el abogado José Eduardo Cardozo y la senadora Gleisi Hoffmann -actual presidenta del Partido de los TrabajadoresH, se convierten así en protagonistas de un documental en el que Rousseff está omnipresente sin apenas aparecer.

"Hago películas para entender la realidad" y lo "que estaba pasando en Brasil me preocupaba mucho", apuntó Ramos, autora de una trilogía sobre el sistema judicial en su país y ganadora de varios premios en el extranjero, y explicó que la defensa le concedió un amplio acceso. "Conocían mi trabajo y confiaban en mí. Hubo muy pocas excepciones de algunos senadores que optaban por partir de una reunión cuando entraba con la cámara", indicó la cineasta, subrayando que la oposición fue mucho más reacia a dejarse filmar.

La autora insistió en que en todo momento pudo trabajar con "una independencia total". Su filme no pretende "hacer cambiar de opinión a nadie": "No soy una activista, de lo contrario haría películas más fáciles", señaló, definiendo su cinta, esencialmente, como un documento histórico.

Haciéndose eco del malestar expresado el año pasado por sus colegas en la Berlinale, Ramos sostuvo que la situación política, económica y cultural "empeoró" desde la ascensión de Temer a la presidencia, que puso fin a más de trece años de gobiernos de izquierda.

"La derecha y la extrema derecha cobraron mucha fuerza, propagando sus ideas (conservadoras) en la sociedad", lamentó Ramos, poniendo como ejemplo la prohibición de una exposición de arte el año pasado por su supuesto contenido sexual, lo que causó un gran revuelo.