"Mi memoria, como la de tantos lectores que están acudiendo a la novela y que han conseguido que sea la sexta más vendida a nivel nacional a solo un mes de su publicación, huele a lavanda. La lavanda tiene propiedades calmantes, cicatrizantes, un olor que evoca a limpio, que inspira un renacer, recuperación, esperanza? Un olor a vida". Reyes Monforte se sincera en esta entrevista sobre su última obra La memoria de la lavanda, una novela que ha sido como "una llegada a meta, como algo que tenía pendiente y por fin he podido acometer. Pero eso no quiere decir que sea biográfica -no lo es, aunque es la novela con más carga personal en el terreno de las emociones y los sentimientos-, y aún menos en la trama literaria: si fuera verdad lo que se cuenta, más de uno estaría en prisión".

-¿Las lágrimas son tinta invisible?

-Las lágrimas escriben en la piel y su tinta y caligrafía son perfectamente legibles. Sobre todo a los ojos de la protagonista, una fotógrafa retratista como es Lena, en cuya mirada, cada pequeño detalle marca la diferencia; detalles disfrazados de gestos, miradas, silencios, anécdotas, detalles que cincelan venganzas, odios y revanchas. Y eso ocurre en la fotografía pero también en la vida. Por eso digo que La memoria de la lavanda es una fotografía en la que todos salimos retratados.

-¿Cuál es la lección más importante que podemos aprender de Jonas, el marido fallecido de Lena?

-Son muchas. Jonas era un filósofo de la vida, por eso vivía y dejaba vivir; por eso pensaba que para llegar, hay que salir; por eso creía que las conversaciones más absurdas y divertidas se mantienen en las circunstancias dramáticas de la vida, en una tanatorio, en un entierro o en un velatorio? Y por eso sabía que nuestros actos tienen memoria, y que las fotografías casan mal con los secretos. Y hasta ahí, puedo leer.

-¿Qué le gustaría preguntar a Lena?

-Lena y yo hemos conversado largo y tendido. No hemos dejado ni una sola pregunta ni esquivado ni una sola respuesta. Aunque es una conversación abierta en la que se admite una tercera voz: la del lector, que también preguntará y responderá.

-¿Mejor recordar u olvidar para sobrevivir?

-Siempre es mejor recordar lo que un día se tuvo aunque se perdiera, que olvidar haber tenido lo más grande del mundo y no recordarlo. Si hay algo peor que no vivir, es olvidar lo que has vivido después de una existencia plena. Pero cuando una persona sufre la pérdida de un ser querido, no siempre lo ve así. Depende en qué momento del duelo esté. Como dice Lena, en mitad de su pérdida, "mi presente es un campo abonado de olvidos frente a un aluvión de recuerdos". Al principio, para huir del recuerdo, busca un oasis de amnesia en mitad de un desierto fértil de memoria.

-¿La soledad es una aliada?

-Para Lena, a los dos meses de perder a Jonas, es una necesidad vital. Necesita estar a solas para llorar -"el verdadero desahogo no admite compañía", piensa Lena-, para maldecir a la vida, a un dios sordo, a la propia pérdida. Necesita soledad para urdir un plan con el que rebatirle a la vida sus decisiones. Y la compañía, en ese grado de catarsis interior, no siempre es bienvenida. Pero la soledad impuesta y requerida tiene un tiempo de caducidad que hay que cumplir, de lo contrario se convierte en una enfermedad crónica imposible de superar.

-¿Cómo se recupera la risa cuando se ha perdido?

-Para eso tendrá que leer el libro. Es una de las preguntas sin respuesta que se hace Lena en los primeros meses de la pérdida de Jonas, y una de las muchas respuestas que con la perspectiva del tiempo van apareciendo sin más, cuando menos se lo espera, sin pensar, sin procesarlo, sin ser consciente de ello hasta que emerge. Es casi algo reflejo como el respirar o el parpadeo.

-"Las pérdidas no se tienen, se experimentan". ¿Nos poseen, en cierto modo?

-Eso es lo que cree Lena ante el tsunami emocional que le aborda tras la muerte de Jonas. Porque las pérdidas implican demasiadas cosas para tenerlas en propiedad, por eso hay que padecerlas. Traspasa lo físico, conquista lo sensorial.

-¿Se pierden sentidos cuando llega una ausencia?

-Se adormecen. Pero es una anestesia temporal, como todo letargo impuesto por el tiempo. La propia Lena subestima el sentido del tacto, el valor de la piel, la memoria de la piel, hasta que la necesidad de tocar a Jonas y sentir su piel, se le hace asfixiante. No se puede narcotizar los sentidos de manera permanente. Al final, siempre terminan despertando.

-"La ceguera es otro de los efectos secundarios de la pérdida". ¿Por qué?

-Porque el dolor, el vacío, la sensación de abandono, la soledad, se alían para tejer un antifaz que, al principio de la pérdida del ser querido, te impide ver, sentir, se dueña de tus sentimientos , de la realidad que se revela ajena e imperceptible. Pero no es una ceguera permanente. Cada persona tiene su tiempo de recuperación, y cuando este transcurra, es cuando empezará a ver una luz al final de un túnel que se prometía negro, profundo y interminable. Pero esa frase que me comenta, la dice Lena cuando cree que está haciendo algo mal en su proceso de recuperación, porque es incapaz de sobreponerse y siente que cada vez se hunde más. Por eso cree que necesita un revulsivo, y a pesar de tenerlo tan cerca, no es capaz de verlo. Por eso dice que la ceguera es otro de los efectos secundarios de la pérdida.

-¿Hay recuerdos engañosos?

-Hay sensaciones engañosas. La memoria es nuestra particular fábrica de recuerdos. Son la materia de nuestra historia. Depende de cómo y cuándo los utilicemos, nos engañarán o no. Muchas veces es por pura supervivencia, como el uso que a veces se hace de las mentiras piadosas. Y como dice Lena, los engaños admitidos, no pueden considerarse traiciones.

-¿A quién se le ocurrió una palabra tan fea como "viuda"?

-Ni idea. Seguro que fue alguien a quien nunca se la dijeron. Pero es una de esas palabras que cada vez que Lena la escucha, es como si le clavaran un estilete en el corazón. No hay ninguna palabra que insista tanto en el permanente recuerdo de la pérdida y de la ausencia, como un marchamo cruel, un recordatorio doloroso.

-"¿La memoria del dolor es eterna"?

-Así lo cree Lena, y es cierto. Por eso la pérdida de alguien amado nunca se borra, ni se supera. Tan solo se sobrelleva con el paso del tiempo. ¿Cómo va alguien a olvidar a un hijo, un padre, una madre, un hermano o un marido a quien se ha amado y se ha perdido? Es imposible. Es como la herida que te rompe la piel, que pude cerrarse, curarse, pero siempre dejará una cicatriz en la piel imposible de borrar ni desaparecer por mucho tiempo que pase. Es una memoria de lo vivido, como lo es la fotografía.