Después de su enésimo y aparatoso percance, en el espacio de apenas cinco días la suerte compensó ayer a Juan José Padilla con una triunfal, feliz y apacible despedida de la plaza de Pamplona, cortando cuatro orejas y saliendo a hombros con Roca Rey. La plaza entera, esa Monumental de Pamplona de la que es ídolo, se volcó con el de Jerez en cuanto pisó la arena luciendo un pañuelo en la cabeza, para ocultar y proteger la amplia cicatriz que le dejó el toro que el pasado domingo le desprendió gran parte del cuero cabelludo. Con el pañuelo negro y el parche en el ojo Padilla fue más "pirata" que nunca.