Todo iba bien, no brillante, pero Liam Gallagher, exvocalista de Oasis, estaba aprobando en su actuación ante 25.000 personas en el Sonorama. Pero llegó su himno intergeneracional, Wonderwall, la más esperada de la noche y va y mete la pata con parada incluida y vuelta a empezar. Era la gran estrella internacional de esta XXI edición del Sonorama Ribera, el sueño de todos los que organizan con sudor y cariño este festival y al que esperaban todos los sonorámicos entusiasmados de ver al icono del pop británico que, en su hora de actuación, ha intercalado las canciones de su primer disco en solitario As you were con los temas más conocidos de Oasis.

Puntualidad británica, una nueva costumbre del controvertido Liam a sus 45 años, para salir a un escenario cargado de escenografía en blanco y negro y con una banda impecable que ha sabido conjugar los temas más duros y rockeros con los medios tiempos acústicos.

Poco antes de las doce de la noche, Gallagher, con su habitual parka con capucha y que nada más aparecer ha lanzado una pandereta al público, ha saltado al escenario principal abriendo con Rock 'n' Roll Star, de Oasis, que básicamente es lo que es él, con todo lo bueno, y lo malo, como pedir una gran cantidad de cerveza británica a la organización en plena Ribera del Duero.

Con su habitual pose desafiante -manos atrás y cabeza alta- Liam y su banda han salido con ganas, con un Morning Glory contundente, sucio, distorsionado, bien ejecutado y con unos sonorámicos que no se creían que era verdad que Liam estuviera en Aranda tocando para ellos. Todo un sueño cumplido.

Greedy soul, Wall of glass, Bold y For what it's worth de su disco en solitario han permitido descubrir un álbum correcto y que sabe trasladar al directo. "Corrección", tal vez lo que menos desearía oír Liam de su música. Pero después de tocar el cielo con Oasis, al menos sigue haciendo buenas canciones y es un buen interprete. Así que han sido los clásicos de Oasis los más esperados y deseados, como la grandiosa Whatever y Supersonic.

Y llegó el momento: escuchar el himno de toda una generación, Wonderwall. Y Liam, como ese mal estudiante pero que a base de inteligencia sabe salir del paso, suspendió. Empezaron los acordes de la guitarra acústica, los sonorámicos se abrazaban, llamaban a sus amigos lejanos por teléfono para acercarles un pedazo de la historia de la música, y Liam, se lía. Pierde el tempo y va ligeramente descuadrado con el resto de la banda y prefiere parar. Tal cual. Y encima se pone a discutir con gente del público al que recrimina el uso de teléfonos móviles.

Estupefacción entre los asistentes. La banda empieza de nuevo el tema, que lo tocan en acústico, sin batería ni nada que se parezca a la canción original y dejando a los sonorámicos cantar todos los estribillos. Como si le tuviera miedo y estuviera bloqueado. Como si le hubiera caído el tema que no se había estudiado y que cualquiera sabía que caía fijo.

Y la terminan. Sí, pero con esos mismos problemas de tempo que también tiene en la canción con la que finaliza Live forever. "Gracias. Adiós", y abandona el escenario veloz, de vuelta a su camerino, camino de Madrid a su hotel.

Pero antes de Liam, las bandas que han pasado por el Sonorama han sacado sobresaliente alto. Morcheeba han llenado de funky y soul elegante la Ribera del Duero, de lo mejor de este Sonorama con el permiso de Rozalén, que la noche del jueves demostró el pedazo de artista que es. Los mallorquines L.A. han destilado buen rock, potente y con sentimiento, mientras que Nada Surf, unos veteranos en la música, han dado ejemplos de profesionalidad encima de un escenario. Y como no, los burgaleses La M.O.D.A., una de las grandes estrellas de este Sonorama.