El coruñés Mario Casas va a por todas como actor. Después de atreverse a encarnar al trampero solitario Martinón en Bajo la piel de lobo, debut como director de largometraje del español Samu Fuentes, el intérprete ha dado "todo" física y emocionalmente para meterse en la piel de Francesc Boix, el apátrida comunista que interpreta en El fotógrafo de Mauthausen, un "héroe" que le ha servido para descubrir la historia de los españoles en los campos de concentración nazis. "Tendemos a olvidar la historia", asegura el joven intérprete.

Rodada durante 38 días en platós de Cataluña y en los exteriores en un campo de concentración en Hungría, El fotógrafo de Mauthausen se estrena este viernes para retratar al joven Francesc Boix, un recluso en Mauthausen que consiguió eludir el sistema guardando negativos fotográficos que dieron cuenta del horror nazi.

"Vivimos a 200 por hora, pero no hay que olvidar que muchos de nuestros abuelos o padres estuvieron allí"

"Me sentí un ignorante cuando me llega este guión y empiezo a documentarme sobre los españoles en los campos de concentración, lo que fueron y lo que han conseguido", explica Casas. "Me parece que hay que ser conscientes y hay que mirar un poquito para atrás y que te cuenten la historia de los españoles en los campos de concentración y de lo que lucharon para tener lo que ahora tenemos en la actualidad nosotros. Tendemos a olvidar la historia", continúa.

Con la ayuda de un grupo de prisioneros españoles que lideran la organización clandestina, Boix, un preso que trabaja en el laboratorio fotográfico del campo, arriesga su vida al planear la evasión de unos negativos que demostrarán al mundo las atrocidades cometidas por los nazis en el infierno del campo de concentración nazi.

Las fotografías que Boix y sus compañeros lograron salvar fueron determinantes para condenar a altos cargos nazis en los juicios de Nuremberg en 1946, en el que Boix fue el único español que asistió como testigo.

"Gracias a su personalidad consiguió robar unos negativos, esconderlos por el campo en distintos sitios como está en la película, sacarlos también de distintas maneras del campo y después en el juicio en Nuremberg cuando se acabó la guerra acusar a los dirigentes nazis", comenta Casas sobre este personaje "carismático" que siempre tenía una "sonrisa" en el infierno alemán.

Aunque Boix, que en la posguerra explotó comercialmente las fotografías, no fue el único español ni el primero en eludir el control de los nazis para esconder esos testimonios fotográficos, tal y como relata David Wingeate Pike en Dos fotógrafos en Mauthausen, Antonio García y Francesc Boix (Ediciones del Viento). Según la investigación del historiador británico, cuando Boix llegó al laboratorio fotográfico de Mauthausen, en octubre de 1942, ya llevaba allí diecisiete meses otro español, Antonio García, que estaba escondiendo copias secretas de algunas de las fotografías que revelaba.

"No debemos olvidar lo que esta gente luchó. Olvidamos las cosas muy rápido porque vivimos en una sociedad que va a doscientos por hora. Pero muchos de nuestros bisabuelos, abuelos o incluso padres estuvieron esos campos de concentración y no podemos olvidarlo. Les debemos el respeto de lo que hicieron por nosotros", reiteraba ayer Casas ante la prensa.

El actor expresó además que "le parece una barbaridad" remitirse sólo a algunas décadas atrás y pensar que "fueron capaces de hacer lo que hicieron" y de "encerrar a gente, torturarla y matarla por un pensamiento e ideología diferente".

Además, Casas precisó que para el papel tuvo que adelgazar y estar a dieta varios meses antes de comenzar a rodar, con el objetivo de transportar al espectador a ese universo. En este contexto, ha matizado que "más allá" de la carga dramática que tiene la historia, en la película, han querido plasmar "la rebeldía y el carisma especial" con la que contaba Boix, y como a través de su "don para ganarse a la gente" fue capaz de hacer historia.