Comprobar el protagonismo del rosa en la sociedad es muy fácil. Basta con hacer un sencillo ejercicio: cerrar los ojos, pensar en este color y soltar lo primero que se pase por la cabeza. Para unos será el color de las niñas, para otros el color de moda, para otros el color de la lucha contra el cáncer de mama, y para otros el color de Francia gracias a la legendaria canción de Edith Piaf. Pero, se asocie con una cosa o con otra, lo que está claro es que este tono es uno de los más significativos de la sociedad. Y eso es precisamente lo que quiere demostrar la nueva exposición temporal del Museo del Traje de Madrid, La vie en rose que se puede visitar hasta el próximo 3 de marzo.

Pero, mucho más allá de etiquetas contemporáneas, esta muestra se remonta tres siglos atrás para reconstruir el ciclo vital de este color en todas sus versiones: desde el pastel al fucsia, y desde el nácar al frambuesa. Y, principalmente, utilizando la moda como argumento protagonista. Porque, como demuestra esta exposición, lo que se lleva puesto cuenta muchas cosas. Y si es rosa, más.

En el recorrido de las vitrinas y salas se encuentran desde las primeras mezclas para crear este tono -que se obtiene combinando rojo con blanco o diluyendo el rojo con agua-, y los cambios que estas mezclas experimentaron con la llegada de los españoles a América y los nuevos materiales que allí descubrieron para obtener colores más intensos; hasta la eclosión de la "moda rosa" en el siglo XVIII. Primero con versiones vivas y luminosas y, con el paso de las décadas, el rococó tiñó de rosas pasteles la vestimenta de los hombres, las mujeres y los niños y niñas de la época. Madame de Pompadour y María Antonieta fueron dos representantes de ese "gusto francés" que se apoderó de Europa, tiñéndola de rosa. Y, esa tendencia invasora llegó también a la Iglesia. Los clérigos, siervos del pueblo, seguían sus pasos. Por eso, no sorprende ver las casullas rosas que utilizaban en los actos litúrgicos y que consiguieron que el rosa se asociara a valores como la espiritualidad, la obediencia y la esperanza.

Es en el Romanticismo cuando el rosa empieza a asociarse a "lo femenino", ligado a ese concepto de la obediencia y la amabilidad, y que se confirma en el siglo XIX. Los hombres de la burguesía relegan el uso del rosa a los complementos. También a mediados del XIX se instaura el llamado "traje de luces" de los toreros. Y el rosa vuelve a ocupar un papel protagonista.

El uso del color rosa en el ballet de los años 20, el amor que le profesaron firmas como Christian Dior, Coco Chanel o Balenciaga en los 50 o como el tono se adapta al punk de los años 70. Esta muestra ofrece todo un recorrido por la historia de este color.