El cantante italiano Eros Ramazzotti (Roma, 1963) publica su decimoquinto álbum de estudio Vita ce n'è ( Hay vida). Un trabajo con el que el autor de La cosa más bella ha regresado al estudio tres años después de su anterior disco, Perfetto. Este nuevo trabajo, que se edita en italiano y español, en CD y doble vinilo, ha contado con las colaboraciones de Alessia Cara, Luis Fonsi y Helene Fischer, entre otros. El ídolo de la canción romántica acumula más de 65 millones de discos vendidos desde que comenzara a despuntar hace ya más de tres décadas. En febrero comienza una gira europea con dos paradas en España: Madrid (21 de marzo) y Barcelona (23 de marzo).

-¿ Hay vida es una declaración de intenciones para subrayar que como artista tiene mucho que decir, cantar y celebrar?

-Son tres años porque cuando sacas un disco tiene un periodo de promoción, una gira... Es como un ciclo de tres años que se repite. Hay vida es un mensaje y un himno al presente y al futuro, un himno para mejorar porque casi todas las canciones, con excepción de una, Per il resto tutto bene, hablan de mejorar. Es como una relación con el hijo, la naturaleza. O sea, que se puede recomenzar.

-Las colaboraciones suman a su estilo sin que se pierda su identidad. Aquí está Luis Fonsi, ¿no ha pensado en tirar por la tendencia latina actual?

-¿Hacer reguetón? De hecho, en este disco hay dos o tres canciones que se refieren al mundo de Latinoamérica, hice un dúo con Fonsi que es un reguetón muy italiano. Mi estilo es totalmente italiano, hago canciones de amor que llegan directamente al corazón y no puedo hacer algo que no se refiere a mí. Con esas canciones he hecho esto, y también lo hice hace veinte años con Yo sin ti, y hace otros diez con Ricky Martin algo diferente, pero yo soy Eros y éste es mi estilo.

-¿El público necesita esto, que le canten canciones de amor que, como dice usted, llegan al corazón?

-Sí, la gente lo necesita. Hay personas a las que le gusta el heavy metal, o escuchar insultos y malas palabras en las canciones y en los textos, igual hay otra gente que le gusta relajarse escuchando música clásica, o un disco donde se habla de amor, porque sin amor no eres humano. Por ejemplo, grupos como Queen nunca han insertado palabras malsonantes en sus textos, y al igual que otros han tenido mucho éxito por el mundo. Esa libertad de palabra está bien, pero cuando esa palabra llega a ser pesada ya no es un mensaje positivo y los jóvenes empiezan creciendo mal. Para mí, esto no es justo, hay que limitar los textos malos y pesados que, por ejemplo, hay en el reguetón, palabras contra las mujeres, palabras que dan asco.

-¿Los jóvenes se acercan a usted? ¿Percibe que en los últimos años se haya incorporado nuevo público a su música?

-Yo lo deseo. Mi reguetón, por ejemplo, es positivo, ya que habla de la música de todo el mundo, una canción que sí da un mensaje muy positivo, y yo espero que los jóvenes escuchen esto, no solo criticando mi voz nasal, sino entendiendo los textos, que, como digo, tienen un mensaje fuerte y positivo.

-Han pasado más de 30 años desde Almas rebeldes (1985). ¿Se reconoce el Eros Ramazzotti de hoy en el artista del comienzo?

-Vocalmente seguro que he mejorado mucho y mentalmente también. La experiencia es otra ahora, entonces tenía 20 años, era muy joven, y en ese tiempo era justo ser rebelde contra el mundo. Ahora soy más reflexivo, contra las cosas que no van bien, pero siempre con un mensaje positivo. Y hay que subrayar que los primeros textos que se tradujeron al español no eran buenas traducciones. Almas rebeldes, por ejemplo, en italiano era Cuori agitati. Era un problema la traducción, en mis textos hay mensajes importantes, y si no sigues el texto en italiano no es lo mismo. Si quieres hacer el poeta e inventar cosas fenomenales no me parece bien. De hecho, cuando he pedido la traducción literal al español se ha cambiado porque hay frases o giros que no funcionan en otro idioma, pero el sentido tiene que ser el mismo sin que terminen transformando las canciones. Ha pasado con algunas canciones, me pasó con Ballesteros, que era el antiguo traductor de mis textos, pero yo no lo sabía.