Pocas cosas se pueden hacer sobre la vida y obra de Vicent Van Gogh que sorprendan al gran público. Pocos son los que no han visto alguna vez en persona alguna de sus pinturas -o alguna réplica o imagen que haga referencia a alguna de ellas-. Pero, muchas veces, hay un territorio inexplorado que, al entrar en él, da una nueva vida a lo ya conocido previamente. Y ese es el caso de Van Gogh Alive-The Experience, la exposición multimedia sobre el artista holandés más visitada del mundo, que se puede ver hasta el 26 de febrero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Lo primero que llamará la atención del visitante es que, a pesar de ser una muestra sobre Van Gogh, no cuelga ninguno de sus cuadros de las paredes de la sala. Sí que están sus obras más reconocidas, pero desde una nueva perspectiva. Desde una mirada 360 grados con la que se pretende introducir al espectador en una inmersión total en el universo Van Gogh. ¿Cómo? A través de 3.000 imágenes en movimiento del pintor, sus pinturas y sus manuscritos; unidas a juegos de luz y sonido. Así se crea una atmósfera que, durante 35 minutos, hace olvidar el mundo exterior para dejarse arrastrar por los colores, las emociones, las formas, los sentimientos, los entornos y los pensamientos del genio holandés.

Proyectores de alta definición

Al ritmo de compositores clásicos como Bach, Vivaldi y Haendel, autores impresionistas y piezas contemporáneas; los 40 proyectores de alta definición empiezan a disparar sus primeros dibujos como pintor autodidacta. Le siguen los cuadros realizados en Amberes y en París, acompañados de pequeños fragmentos de cartas escritas a su hermano pequeño Theo o de anotaciones en sus cuadernos. Su etapa en Arlés, en la que confirma su amor incondicional hacia el amarillo, deja obras mundialmente conocidas como Los girasoles, su Autorretrato con la oreja vendada o La silla de Van Gogh. Un momento dulce, en lo personal y en lo profesional, que en esta exposición multimedia envuelve al espectador en colores vibrantes, paisajes encantadores, juegos de luces deslumbrantes y ritmos alegres. Todo para dar paso al declive, al inicio del fin de Van Gogh. Primero, con su ingreso en el sanatorio Saint-Rémy-de-Provence, para tratarse de sus problemas psiquiátricos. Los colores fríos, la noche, los remolinos -tan presentes en obras como La noche estrellada-, la interpretación libre de las formas, rompiendo con todas las normas establecidas en ese momento sobre la perspectiva; se dejan sentir en cada imagen que se proyecta. El dolor, la angustia, las dudas y el miedo que atormentaron a Vicent Van Gogh se dejan sentir perfectamente en la sala gracias a las imágenes de sus últimas pinturas, realizadas en Auvers-sur-Oise, una localidad cercana a París en la que se quitó la vida.

Y, con todo ese vaivén de emociones, uno se baja del viaje por la línea del tiempo de Vicent Van Gogh como un pasajero de primera clase. Consciente de haber disfrutado del legado increíble que dejó este genio del arte y, también, de haber ahondado en sus etapas más desoladoras. Sabedor de que no hay tantas oportunidades al alcance de la mano de vivir el arte de una forma tan intensa para todos los sentidos. Y hablando de sentidos, nadie mejor que Van Gogh para ponerlos a prueba.