A punto de cumplir 89 años, Darcelle XV, reconocida por el libro Guinness como la drag queen en activo de más edad en el mundo, abre las puertas de su universo con una exposición de su vestuario y un musical sobre su vida artística. Convertida en un icono de Portland, en Oregon (noroeste de EEUU), Darcelle XV lleva 51 años en los escenarios.

Walter Cole es desde 1967 el dueño del cabaret que lleva el nombre de su alter ego, Darcelle XV, un local que es el sueño de cualquier transformista por sus paredes plagadas de fotos y recuerdos, unos camerinos llenos de tesoros de épocas pasadas y un escenario donde ella brilla como ninguna.

Caminando con la ayuda de un bastón y acompañado de su asistente personal, Jay de la Rosa, Cole llega al club donde todavía actúa cuatro días a la semana para sumergirse junto a Efe en lo que "es el motor de toda su vida", según sus propias palabras. Veinte minutos le bastan para transformarse de Cole en Darcelle XV mientras se realiza la entrevista. "Las redes sociales han cambiado todo, porque ahora en cualquier parte del mundo se pueden ver drags, pero cuando empezamos en 1967 no íbamos fuera del club con nuestros disfraces. Era inseguro, ya que la gente no sabía lo que éramos, pero lo cambiamos y ahora Portland es un lugar maravilloso para nosotras", dice.

Walter Cole se vistió por primera vez de mujer a los 37 años y recuerda emocionado que "tomó prestado un traje flamenco lleno de volantes de una tienda de disfraces" para presentarse en una fiesta del bar en el que trabajaba su novio. Revolviendo entre sus trajes cuenta que con sus propias manos ha confeccionado "por lo menos 1.000 disfraces en todos estos años, de diferentes tallas". Al principio era una necesidad, porque cuando empezó no tenía dinero para encargarse los vestidos, pero ahora "no piensa permitir que nadie le mida" la ropa.

Su perdición son la joyas de atrezzo, todas hechas en Arizona. Las joyas blancas son las que casi siempre elige porque "van con todo", pero tiene centenares de aparatosas piezas de bisutería en unos camerinos llenos también de vestidos de lentejuelas, zapatos, pelucas y cajones de maquillaje que no se han tocado desde los años 70. Del proceso de transformación "lo mas importante es el maquillaje de los ojos, que resalto con cejas postizas de tela pegadas a mi frente, algo que he hecho de la misma forma desde hace 50 años", afirma. No obstante, mientras se coloca con cinta de embalaje sus enormes y pesados pendientes, que "espera duren toda la actuación", advierte que, aunque las drags son sinónimo de brillos y grandes joyas, es importante "no exagerar".

Walter Cole no siempre vivió para transformarse. Estuvo casado y es padre de dos hijos.