Chanel se sometió ayer a un lifting en la pasarela parisina, donde presentó una colección primavera-verano juvenil y ligera, rica en pantalones cortos, mallas ajustadas, prendas brillantes con tejidos metalizados y falditas de vuelo inspiradas en el cancán francés. Esta nueva imagen va tomando forma meses después del fallecimiento de Karl Lagerfeld, que dejó un poderoso legado de treinta años de creaciones, heredado ahora por quien fuera su mano derecha, Virginie Viard.

Viard va dejando su huella en un Chanel mucho menos rococó de lo que acostumbraba el alemán y también menos inclinado hacia el marketing: las modelos desfilaron en su mayoría sin bolsos, no hubo llamativos accesorios ni una joyería exagerada. Tan solo destacó un pequeño modelo alargado en piel, que parecía concebido para llevar una botella.

La apuesta por el menos es más es la vencedora, según Viard: siluetas más fluidas con vestidos de seda casi transparentes y que se mueven como si se tratase de humo y zapatos planos con una discreta sandalia negra de tacón bajo y pedrería en la parte delantera.

Incluso la confección en tweed, el tejido estrella de la casa, fue más suave que de costumbre. Los colores no salieron apenas del negro y el blanco, con algunos toques en rojo, especialmente en una chaqueta larga combinada con mallas negras y un estilismo formado por vaqueros y chaqueta blanca y roja. El vaquero fue también otra apuesta, abombado en los pantalones y redondeado en una cazadora decorada con volantes de encaje.