Si la semana pasada la reina Letizia y el rey Felipe VI estuvieron en Asturias, esta semana han viajado hasta Tokio para asistir a la ceremonia de entronización del emperador Naruhito. Una de las cosas más comentadas estos días de atrás han sido los looks que la Reina eligió para los Premios Princesa de Asturias. Ayer pudimos ver a en el Palacio Imperial a los Reyes en la primera fila de asientos destinada a los jedes de Estado que se han movilizado hasta el lugar para disfrutar y observar el relevo en el trono.

El Rey lucía, de acuerdo con el protocolo, frac, y la Reina un vestido largo con un estampado de flores verdes. Y es que nuevamente ha sido ella quien se ha llevado todas las miradas porque eligió un kimono formal, algo tradicional y que llevan muchas damas japonesas, de nuevo un claro guiño a estos típicos tejidos nipones. Algo que ha llamado mucho la atención es que ha lucido más que nunca sus joyas. Un collar de chatones que deslumbra con solo mirarlo, unos pendientes de diamantes y un tocado en forma de diadema.

El emperador Naruhito proclamó su ascenso al Trono del Crisantemo ante invitados de todo el mundo, y que ofreció un inusual atisbo a los ritos de la milenaria dinastía nipona. En una jornada lluviosa y declarada festividad nacional, el nuevo emperador nipón protagonizó un acto solemne de unos 30 minutos de duración, con el que se completan los principales fastos de su entronización tras heredar el cargo de su padre, Akihito, el pasado mayo.

El momento central del acto tuvo lugar cuando los chambelanes descorrieron las cortinas del trono Takamikura, mostrando así a un inmóvil Naruhito ataviado con el traje ceremonial marrón rojizo que sólo pueden vestir los emperadores, y ante las profundas reverencias de los asistentes.

Este trono octagonal, usado desde el siglo VIII en ceremonias de entronización y decorado con un dosel de 6,5 metros de altura y motivos de animales mitológicos, se situaba en el centro de la Sala del Pino del Palacio (Matsu no Ma), donde sólo pudieron presenciar el acto de cerca los miembros de la familia imperial nipona.

En otro trono más bajo que el del emperador compareció la emperatriz 3, quien continúa recuperándose de una larga depresión inducida por el estrés, y vestida con un kimono de doce capas con tonos pálidos y rojizos que evocan el sol en su punto álgido, además de un elaborado recogido de pelo.

La ceremonia se desarrolló en un silencio absoluto, solo roto por los toques de instrumentos tradicionales que marcaban los tiempos, y por el discurso del emperador que fue seguido de los tradicionales banzai (Larga vida al emperador) gritados por el primer ministro, Shinzo Abe, y por las salvas de cañón. "Ahora, en esta ceremonia, hago la proclamación de entronización ante quienes están dentro y fuera de Japón", dijo Naruhito. El emperador también tuvo palabras de recuerdo a su padre e hizo votos en favor de la "felicidad del pueblo japonés y la paz del mundo", durante una ceremonia histórica retransmitida en directo por la cadena estatal NHK.

Los 2.000 invitados, entre representantes políticos nipones y dignatarios internacionales, contemplaron esta escena desde otras estancias del palacio y a través de ventanales al otro lado del patio del Palacio Imperial o de pantallas, debido al reducido tamaño de la Sala del Pino. Durante la ceremonia lució el sol en el cielo de Tokio, después de que en horas previas cayera una intensa lluvia sobre la capital mientras los invitados iban llegando al palacio y al tiempo que los emperadores fueron a presentar plegarias a la principal deidad sintoísta, Amaterasu, en un santuario dentro del palacio. La expectación de los japoneses y el interés mediático hacia el evento previo celebrado a puerta cerrada en el palacio fueron inferiores a lo que suscitó el rito de acceso al cargo de Naruhito del pasado 1 de mayo.