Ni siquiera la irritante llovizna del otoño neoyorquino ha podido restarle protagonismo a la nueva atracción turística de la Gran Manzana: las estrechas y empinadas escaleras de El Bronx en las que baila el popular Joker en su último taquillazo. Hasta el popular barrio del norte de Manhattan se desplazan, cada día, cientos de turistas para posar en los peldaños, ante la estupefacción de los residentes de la zona, que describen el lugar como "sucio" y "feo".

"Son unas escaleras sucias que he visto durante toda mi vida, no entiendo por qué ahora son tan importantes. Me da igual que vengan los turistas, pero es que aquí no hay nada", afirma la neoyorquina Giselle frente a los escalones. Pero para dos familias suecas, los Kolmodin y los Sellen, esta descripción no podía ser más desacertada: "Nosotros hemos dejado de ir al Empire State para ver esto", subrayan.