A sus 84 años, el de Benedicta Sánchez (O Corgo, Lugo 1935) es el más sorprendente de los cuatro nombres que optarán al galardón a la mejor actriz revelación en la ceremonia de los premios Goya que se celebrará este sábado en Málaga, en la que, "pase lo que pase, habrá amargura", asegura. "Si me lo dan a mí dejarán a otras tres chicas sin él y no me gusta competir, no valgo para eso, yo prefiero colaborar", relata la protagonista de O que arde (del coruñés Oliver Laxe), quien también se siente "responsable del trabajo de un director y un equipo que fueron maravillosos durante todo el rodaje".

Benedicta se dedicó durante años a la fotografía, pero hasta O que arde nunca se había puesto delante de la cámara, adonde llegó por pura casualidad: su hija la llevó a un casting en Navia de Suarna (Lugo), en el que buscaban a una mujer mayor de 60 años para interpretar a la madre de un pirómano que regresaba a vivir con ella tras salir de prisión. "Yo sólo quería que mi trabajo fuese un ladrillo más en una construcción que no cayese por mi culpa; cuando empecé a grabar, simpaticé tanto con ellos que por nada del mundo quería fallarles, aunque me enervaban cuando me decían que 'muy bien' todo el rato", dice.

Si bien durante el proceso de rodaje fue asimilando poco a poco lo que implicaba, en ningún momento se imaginó que el filme en el que participaba „y ella misma„ fuese a triunfar festival tras festival, haciéndose con el premio del jurado en la sección Un certain regard del Festival de Cannes o con el premio Gaudí a la Mejor Película Europea.

"A estas alturas, con 84 años, la ilusión no entra en mi cabeza, es imposible, no tiene sentido y no tienes esa perspectiva de mirar a lo lejos; sí que me alegro mucho por ellos „el equipo detrás de la película„, por el trato que me dieron y por cómo valoran el arte, igual que yo lo hago", relata.

Sin embargo, la de Benedicta dista mucho de haber sido una vida al uso: desde bien pequeña nunca quiso que a su hermano le permitiesen cosas que a ella no o que le dijesen que había trabajos de hombres y de mujer. "Yo no nací para eso: mi madre siempre decía que 'el mundo que tú sueñas no existe' y yo le contestaba 'pues el tuyo no lo quiero, ni hablar'", explica. Benedicta se casó con 17 años y, tras unos años en Galicia, viajó con su marido a Río de Janeiro, donde compaginó su trabajo en un bar con otro en la librería Francisco Laissue; años después, ella se separó de él por tener ambos "visiones incompatibles" de la vida. "Él decía que como yo era menor que él, no era dueña de mí, que no podía viajar ni hacer nada, creía que la chica tenía que estar bajo la tutela del padre y después de su marido, siempre un hombre, y yo no quería eso; cuando se abrió la jaula, aunque fuese de oro, yo no quise volver", prosigue.

Llegaron entonces años muy felices, en los que Benedicta fue fotógrafa y consiguió un pasaporte para viajar con un grupo de amigos a los que les unían el amor por la naturaleza y el alpinismo.

La vida, sin embargo, la llevó de vuelta a su O Corgo natal, en un clima que no es el suyo, ya que siempre le gustaron el trópico, el calor y el mar. "Galicia es mi tierra, es como una madre: te puede pegar, te puede decir cosas que no te agraden, pero a tu madre que no la toquen", sentencia.

Y así fue como ella llegó a O que arde, donde su personalidad contrastaba con la del personaje que hizo suyo. "Yo soy bastante acelerada y ante determinadas situaciones con mi hijo (al que da vida Amador Arias) tenía que contenerme: cuando volvía de prisión, yo me habría lanzado a abrazarlo, pero hacía lo que me decían", señala.